domingo, 28 de enero de 2024

Capítulo 189: ¿Qué puedo hacer por ti?

Hoy recordé esta frase. “¿Qué puedo hacer por ti?”.

Fue mi punto débil y mi rendición absoluta a su merced durante años. Lo fue por todo lo que significaba, porque venía cuando menos lo esperaba, porque creo que me la habían dicho tan poco durante toda mi vida que cuando empecé a escucharla me daban ganas de morir por ella.

Puede sonar a frase impersonal de algún centro de atención, a frase de manual de algún vendedor proactivo en esas tiendas que no te dejan ver tranquilamente lo expuesto sin tenerlos encima constantemente, pero no, era una frase llena de matices e intención. 

Una frase de cuando habían ganas de darlo todo, una expresión entre personas que viajaban juntas y no pensaban en el destino sino en hacer del trayecto algo interminable e innolvidable.

Sabían que al oírla mi ser entraba en erupción, en una espiral de pensamientos y éxtasis afectivo-emocional porque pasara lo que pasara la respuesta nunca iba a ser un no. Guardaré los detalles para mí de lo que ocurría al hacerlo porque intentar explicar algo así es imposible, se tiene que vivir. Unicamente decir que hoy cambiaría mis respuestas de entonces por una que debí pedir en su momento: que la palabra eterno hiciera justicia a su significado.

Pero dejé de escucharla con el tiempo, y casi ni la recordaba hasta que hoy, en otra de esas siestas malditas, mi biblioteca de recuerdos decidió traerla de nuevo a mi mente para seguir saboteando mi labor de pasar página de algo que a veces creo que solo soñé.

No soy capaz de decir lo que daría en esta vida por volverla a oír, por verla escrita de nuevo cuando la fe y la esperanza son solo ya dos cubitos de hielo fundiéndose sobre el mármol de la cocina. Esa frase eran las ganas, la pasión, la devoción libre de artificios y el amor sin palabras de algo que no necesitaba ser visto ni explicado. Es por eso que es tan difícil de creer que aquello jamás existiera de verdad, que fuera algo pasajero y sin futuro, que se le pasaran las ganas de preguntar eso a alguien a quien le devolvían tan generoso gesto por mil.

Si hoy me volvieran a decir ¿qué puedo hacer por ti? lo tendría muy claro: corazón cobarde, tan solo que mueras por mí.

Me gusta pensar que un día pasará, un día que vuelvan las ganas… de preguntar.


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