martes, 16 de enero de 2024

Capítulo 180: La grieta

A veces nos resquebrajamos y no somos conscientes hasta que estamos llenos de grietas a un paso del cerrado por derribo. Desconozco donde está mi hipocentro, que siempre hay uno, o si ha sido a base de pequeñas fallas estructurales hasta el punto de recorrerme de punta a punta. Algo en mi cabeza, mi clavícula derecha, el corazón, mi costado izquierdo, los tendones de mi rodilla derecha. Estoy a un golpe en el pie de partirme en dos. 

En muchas ocasiones no se ven indicios del desplome, lo que tanto costó construir con tiempo, lo sólidos que se volvieron los cimientos, sustentados con una buena base a idem de confianza, esfuerzo y paciencia, y cuando menos te lo esperas se vienen a bajo por el más insignificante de lo temblores.  Dicen que lo que rápido llega rápido se va, pero no era el caso. 

En muchas ocasiones, simplemente, no lo ves venir. Ni las imponentes murallas de Jericó aguantaron, el siete las tiró abajo al son de las trompetas. Yo no oí las señales. No puedes afianzar los muros, no puedes tapar las grietas cuando no las ves, cuando las ocultan. Lo que no se pudo tirar desde fuera se arrasó desde dentro con el caballo de Troya, con palabras y ofrendas engañosas.

Y cuando eres consciente de que todo está fracturado y lleno de hendiduras, que entra más agua de la que puedes achicar, cuando te quedas solo luchando por un proyecto de vida que costó tanto construir y pides ayuda, te das cuenta que la Torre de Babel nunca fue construida para llegar tan alto. Siete pisos pero ya sin hablar la misma lengua, y como cuenta la leyenda, algunas personas acabaron por dejar de construir y se dispersaron por la faz de la tierra. La parte superior de la torre fue quemada por el fuego, la inferior fue tragada por la tierra y la parte media se dejó en reposo para que se erosiona con el tiempo. Una forma cruel hacer caer un mito.

Yo sigo morando entre las ruinas, me resisto a abandonar lo que pensé que sería mi hogar, donde encontré el calor y la compresión que siempre había buscado. Está oscuro y se está muy solo, pero ha sido mi lugar en el mundo durante mucho tiempo y me resigno a marchar. Fuera hace mucho frío, nunca sabes lo que encontrarás, y yo quiero estar aquí por si un día vuelve la ilusión. Este es mi ladrido jurásico de la desesperanza. 


 

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