martes, 9 de enero de 2024

Capítulo 173: Patir x Patir

No ho puc evitar, ja no sé com fer-ho, 
se m’ha anat de les mans, un patiment que no alleugero
M’ha remogut el cor i ho ha trencat, no me la puc treure del cap, 
si us plau dona’m el secret, que estic a punt d’esclatar.

No em vull pensar més (patir x patir)
Intento no creuar l’ultima ratlla (patir x patir)
No em crec de històries inventades, (patir x patir)
De tu ja no em puc creure res.
 
No en vull pensar més
Ens queda molt de temps encara
No mereix ser una història oblidada,
De veritat que no es pot fer res? Per què no es pot fer res?

(MERDA)

La música es de las primeras cosas que sacrifico cuando pierdo algo suficientemente importante en mi vida. Siempre he preferido escuchar en la radio programas de tertulias o gente hablando a melodías que entraban de forma subliminal en mi cabeza y acababan asociadas a momentos, personas o vivencias ya de por vida. La música es un instrumento muy poderoso para remover sentimientos: tan pronto te eleva al Olimpo de los Dioses, como te baja al infierno del Inframundo. 
Habana ooh na na (ay)!

La cuestión es que estos días bailan canciones por mi mente, pequeños trozos de estrofas se repiten como discos rallados. No es agradable, no es felicidad, es el autómata de mi cabeza que no responde al instinto de conservación y supervivencia que se presupone tenemos todos los seres vivos. Es un troll, un instinto animal defectuoso del que Darwin escribiría tres teorías más. Pero no le puedo culpar, ha sido también encandilado, si yo no soy dueño de mi lado racional, de mi corazón y de mi pulsión sexual, ¿cómo puedo culpar a mi inconsciente de su debilidad?.

Ayer estuve hablando como ocho horas seguidas con diferentes personas de temas baladíes, desayunando, en casa y en el gimnasio, en mi partida de los lunes. Por un instante pensé que lo estaba superando, vi que lo que necesitaba era distracción. Error. Hacer ruido no sirve, está siempre latente porque forma parte de mí.

Con ello vislumbré, con una claridad infinita, lo fácil que habrá sido para mi antítesis, con un marcador 10 a 130 y contando que jugaba en casa, abonarme al absoluto olvido.

Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate. Abandonad toda esperanza, quienes aquí entráis. El camino de Dante del purgatorio al cielo. Él ha perdido su esperanza, pero paradójicamente, para recuperarla primero tiene que abandonarla. Ese proceso lo debe hacer voluntaria y conscientemente con su guía Virgilio, que será su testigo. Así de duro es el camino de quién cae en la desesperanza, en Dis. 

Yo no quiero más caminos de introspección, no quiero más agujeros negros en el centro de mi psique, no quiero vacíos estáticos ni que Dis desmiembre mi experiencia, la corte en pedazos y se ocupe de que no vuelva a conectarse entre sí jamás. No quiero que anulen mi sufrimiento. 

Quiero redención y justicia, no quiero purgar mis pecados porque no los he cometido, no quiero renunciar otra vez a algo que me merezco. No soy yo el que debe abrir los ojos, no en esta ocasión. Quiero llegar a tener lo que estábamos destinados a tener, en un largo camino donde se deban afrontar muchas pruebas y escollos, retos personales para descubrir quién somos realmente, luchar contra orgullo, circunstancias, flaqueza emocional y contención amorosa. Así ha sido desde el origen de los tiempos y así será. 

Yo he abandonado toda esperanza, pero no he abandonado el camino.

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