lunes, 19 de febrero de 2024

Capítulo 205: Past & Pain (I)

Febril, como la carta de amor de un preso, así estoy yo, sin ti.

Tras mes y medio sin apenas dormir, apenas comer, múltiples visitas a hospitales, urgencias y rehabilitación, al final he caído. No sé si es gripe o costipado pero me duele todo el cuerpo, no paro de moquear y me siento chafado. Vamos, como hasta ahora pero a nivel físico. De lo otro sigo igual o peor, es un 24/7 de preguntas, recuerdos, sensación de añoranza y rabia, mucha rabia. 

El tiempo no lo cura todo. No es lo mismo pasar 4 días en cama y deshacerte de un virus molesto que te arranquen de cuajo partes de ti y te quedes cojo, ciego o acárdico. La gran diferencia es lo dentro que lo llevarás, lo profundo que hubiera calado en ti.

Algo que nace, crece poco a poco, se infiltra bajo cada poro de tu piel, que con el tiempo pasa a tu sangre y a tu sistema nervioso, late, piensa y respira en armonía contigo, que acaba guiando tus pasos y finalmente lo acabas asimilando como tu otro ser, eso, cuando repentinamente desaparece sin explicación, sin síntomas que te anunciara la gravedad de la situación, sin poder poner remedio, eso es la muerte en vida. Y ni el tiempo ni el sentido común pueden hacerte recuperar la vitalidad de la que un día disfrutaste. Secuelas terribles que nada ni nadie podrá evitar.

Pero si para ti solo fue un rasguño, un corte superficial, si tu piel, a pesar de ser suave y estar dorada por el sol, es dura e impermeable, esa “accidente” se cura tapándolo cierto tiempo y sobretodo evitando que vuelva a ocurrir. Y si tienes a alguien que pueda lamer tus heridas, curarlas y darles calor, en dos días ni siquiera recordarás qué te ocurrió porque no dejará ni marca. No somos iguales.

A base de vida y experiencias, no siempre las más positivas, aprendí ciertas cosas sobre lo que los médicos llaman la Escala del Dolor o EVA (Escala visual analógica). Es el baremo que utilizan para intentar valorar el grado dolor que sufren sus pacientes para poder determinar el tratamiento más adecuado en cada caso. En esa escala hay cuatro tramos: ausencia de dolor, moderado, severo y máximo dolor. Lo excepcional del caso es que el dolor no puede ser cuantificado de forma categórica, sino que se trata de una ponderación basada en sensaciones emocionales ya que cada uno lo vive de una forma determinada. Lo que para una persona puede ser una punzada para otra puede significar el dolor más extremo ya que la resiliencia y el umbral de dolor de cada uno es completamente distinto y personal.

Por ello es tan injusto que, generalmente los que nos causan ese dolor, valoren lo soportable que es en sí el dolor que han inflingido, nos digan lo que tardaremos en superarlo y sean absolutamente ajenos a él siendo algo que han provocado. Y lo peor es que, una vez sufres ese dolor por el motivo específico, haya un dolor incluso más terrible que es el proviene de la forma en que se ha gestado el dolor primigenio: el que jamás esperaras que lo causara la persona que lo causó. Es un mal derivado de la traición, de la decepción, del sentirte roto por dentro, del no verlo venir. Por desgracia hay personas que están tan perdidas que ni sufriendo lo indecible son capaces de claudicar o sentir un odio que les permita soltar la mano. Masoquistas se les llama.

Una herida física se cura, un partir consensuado sana, un adiós por la espalda no.

Esta semana pararon el corazón a mi padre y estaba muy asustado por cómo sería el resto de su vida. Cómo decirle que yo sé lo que es eso y lo dura que es la verdad.

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