domingo, 7 de enero de 2024

Capítulo 171: El haba.

El roscón se partió en 5 trozos. Como si se hubiera partido en 20. B ya me lo dijo: “-Te va a tocar algo malo”.

El haba. Con cara triste, mueca de circunstancias, “-Lo siento chico…”. Muy suave por encima, aspera por detrás, a tu imagen y semejanza. Reír y llorar. Pago yo otra vez el pato.

7 días, el último con suficiente gente y bullicio haciendo ruido a mi alrededor como para solo oír la mitad de mis pensamientos. Y ni así me me libré de las casualidades del destino, “-¿En serio magisterio en la universidad on-line de La Rioja?. Pues yo …”. Ahogo.

Ni una facilidad. Ya tengo suficiente con el saboteador que vive en mi cabeza como para que el destino me ponga más palos entre las ruedas. Eso ya lo hago yo, con piedras.

La cara “B” baja está conteniendo la crudeza de esta cara “A” alta, pero sigue sin ser suficiente. No lo será. Kpru, a la que le debo un capítulo, me dijo hace poco que le gustaba como escribía pero que escribía mucho. K, pequeño hibisco, lo hago porque mientras escribo controlo la narración y lucho contra el sentido común de verdades dolorosas, cuando dejo de hacerlo, vuelve la desesperanza.

Fui a caminar una hora para desconectar. Salió perfecto, como me suele salir todo últimamente. Pensé el doble. Al final cada pensamiento se repite, cada situación adquiere un significado más sólido. La Navaja de Ockham, la explicación más simple tiende a ser la correcta. ¿Y si todo fue una gran mentira, unos mentirosos jugando cada uno a su juego, intentando sacar lo máximo sin pensar en las consecuencias?. Y al final, como si del juego de la silla se tratara, perdió y cayó de bruces el que más tardo en darse cuenta que la música se había acabado. 

Es curioso porque yo no quería ganar, yo quería seguir jugando, le guardaba la silla y hubiera pagado al de la música todo lo que tengo para que no la hubiera parado jamás.

No se si el haba es símbolo de mala suerte, si es peor ser un secundario al que no le tocara nada, si la suerte está en tener a seres queridos con los que comerse el roscón. Yo solo se que toda esta sensiblería barata, este MisterWonderfulismo de manual, los Paulo Coelho de la vida podrían irse a la putísima mierda porque a mí ni me consuela ni me alivia. 

Me daba igual el roscón, los 4 que acabé comiendo, yo solo quería estar en el lugar donde está mi fin del mundo y hacer palidecer a la humanidad mientras unos ojos marrones, que más da ya, volvieran a llorar por mí.



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