martes, 13 de septiembre de 2016

Capítulo 151: Pasar

A veces me gusta pasarme por aquí, el viejo rincón abandonado fuente de satisfacciones pasadas, tan solo para ver como estoy.

No vengo a ver cómo le va a la gente, o cómo quieren que les lea, ni tampoco paso para ver si el girar del mundo ha hecho mella en otros tanto como en mí. Tan solo paso para ver cómo estoy, para preguntarme en voz baja si vuelvo por estos lares para hacer sonreír al que me espera, a saciar mi vanidad por hacer algo que ilusamente creo que se hacer o simplemente a lamer mis heridas, cabizbajo y refunfuñante, como nadie puede hacerlo por mí.

Siempre entro con mil ideas en mente, hoy me encuentro con la mente vacía de ellas. No hay más que lo que surja, el libre albedrío.

Si me sincero es posible que un vaso lleno sea la respuesta a mis preguntas,  porque me siento tan insoportable como veo insoportables a los demás. Quiero pensar que miro con ojos claros y puros, sin filtros ni revanchismos, y que todo lo que veo no es lo que se podría esperar de personas por las que he dado mis restos. Quiero ver que mis motivos son básicamente una justicia que mucha gente está cansada de buscar, que solicita, pero que piensa que su precio es excesivo a menos que otro enarbole la bandera de su causa, pero tras la seguridad que da que tus enemigos no sepan que lo son.

No sé si el egoísta soy yo, por querer que el culpable grite en voz alta su culpabilidad, o los egoístas son ellos por autoexpiadarse sin penitencia y mirar para otro lado cuando les pregunto ¿por qué?. Sea como sea, he de dejar al mundo correr, he de recordar que la fuerza de las personas está en la capacidad de poder ser feliz sin las propias personas, en saber morder el polvo sin renegar a cada bocado,  recordar que todo lo que sube baja, y que tarde o temprano, todos nos volvemos a encontrar.

Paso por aquí y me veo quejica, con o sin razón, pero me noto a disgusto con el color de las pinceladas de los nuevos pintores contratados. Sé que se pasará, que todo es cuestión de enfoque, de tiempo y de saber apreciar los sabores, por eso no me preocupa. Prefiero entrar y conocerme mejor, pensar que, como dijo Gustavo Adolfo Becquer, todavía se distinguir cuando es orgullo y cuando es dignidad.

Es una noche tranquila, por primera vez en mucho tiempo no escucho a nadie, no aconsejo a nadie, no soy el mejor amigo de nadie. Eso ayuda a despejar la mente y a reorganizarse, a darme cuenta que esto es un acto de autoonanismo psicológico que no sirve para otra cosa que constatar que ya han pasado como dos horas desde el momento en que el volcán de mi mala luna entró en erupción y ver que ahora solo queda lava humeante que no emborronaría ni el papel.

Normalmente repaso lo que escribo, pero hoy haré una excepción, empezó a teclear una persona y lo acaba otra, ¿no es sorprendente hasta que punto podemos llegar a desconocernos?


Frase del día: "Banana brains, you're the apple of my eyes" (Die Antwoord)
-Yo-landi o por qué el mundo es adorable por sus rarezas.