viernes, 26 de abril de 2013

Capítulo 135: Detestados retestados

Hace unos días encontré unos de esos tests chorras que tantos nos gusta rellenar a todos los frikis del MundoBlog pero ya contestado por mí. Tiene unos 5 o 6 años y decidí que, en lugar de releerlo, borraría las respuestas y volvería a reescribirlo sin ningún tipo de influencia.

No sé si evolucionamos, involucionamos o nos quedamos igual, yo solo sé que soy tonto ahora, lo fui antes y tengo todos los números para serlo después. Enjoy it.

ANTES

Si fuera una palabra: Yo.
Si fuera un número:  El que se quedó en el bombo.
Si fuera una bebida:  Un refrescante vaso de horchata.
Si fuera un animal:  Un ornitorrinco.
Si fuera algo de la casa: Una cama nido.
Si fuera una zona del cuerpo: Las manos.
Si fuera una obra de arte: La Rendición de Breda. 
Si fuera flor: Edelweiss.
Si fuera película:  Salvad al soldado RyAl.
Si fuera fruta:  La fruta de la pasión.
Si fuera un recuerdo:  El más fresco e imborrable.
Si fuera un color: Blanco o negro sin ser nunca gris.
Si fuera uno de los siete pecados capitales: La envidia insana. 
Si fuera un olor:  El olor del hogar.
Si fuera árbol:  Un cerezo.
Si fuera algo suave:  Piel de mi piel.
Si fuera un personaje de cuento: Pulgarcito o una cachipolla efímera.
Si fuera ciudad: Barcelona.
Si fuera música:  Una banda sonora instrumental con violines y sabor tradicional.
Si fuera personaje de fantasía: Bill Puerta... Él/Ella.
Si fuera un sueño: Uno muy real.
Si fuera prenda de vestir: Calcetines de estar por casa.
Si fuera fenómeno atmosférico: Tormenta de verano. 
Si fuera estación:  Estación término. El recorrido acaba en esta estación.
Si fuera medio de transporte: El coche de San Fernando.

AHORA

Si fuera una palabra: Otrora.
Si fuera un número: 6.202.669

Si fuera una bebida: Agua mineral Bezoya, de lo que se bebe se mea.
Si fuera un animal: Un pajarraco.
Si fuera algo de la casa: La alegría.
Si fuera una zona del cuerpo: El hipotálamo, cuajadito y reptiliano.
Si fuera una obra de arte: La Cúpula de la ONU de Barceló.
Si fuera flor: El capullo en flor de un cactus azul.
Si fuera película: El Resplandor + Zoolander.
Si fuera fruta: Una pera María Elena. 
Si fuera un recuerdo: Un pueblo con mar, una noche, después de un concierto…
Si fuera un color: Un rojo boda gritón forever-young.  
Si fuera uno de los siete pecados capitales: Morbo, el octavo pasajero.
Si fuera un olor: Suavizante de madre.  
Si fuera árbol: Un pino contador.
Si fuera algo suave: El monte de Venus de un coño rasurado.
Si fuera un personaje de cuento: El cuentista de Hamelín.
Si fuera ciudad: La Barcelona de hace 10 años.
Si fuera música: Una canción pegadiza, silbada o tarareada.
Si fuera personaje de fantasía: Auri (El nombre del Viento) sin olvidar a Bill.
Si fuera un sueño: De 8 horas, del tirón, de esos que te levantas babeando, autosuficiente, y con una mancha en el pantalón del pijama.
Si fuera prenda de vestir: Una camiseta antigua a lo Borja Pérez. 
Si fuera fenómeno atmosférico: Tormenta de verano.
Si fuera estación: Estación final.
Si fuera medio de transporte: Mis pies y el cerebro en off.



Frase del día: "Se recomienda cortar el pelo los días de luna llena porque hace que crezca más y más fuerte" (Noticia del Informativo de la Sexta)
-Y voy yo y me rapo. Tantos estudios, tanta lógica científica, tanto criticar al tarot y los horóscopos y luego soy más borrego que ninguno. 

miércoles, 24 de abril de 2013

Capítulo 134: Sobre tradiciones, libros y letras en extinción

¿Qué es lo que convierte algo en una tradición? ¿el tiempo? ¿la persona que lo hizo? ¿el momento en que ocurrió? ¿la casualidad?. Sea como sea, las tradiciones tienden a quedarse obsoletas y antiguas, y en muchos casos se vuelven completamente ridículas e incompresibles. O algo peor, acaban pervertidas y degradadas, siendo utilizadas con otros fines que van más allá de lo que en su momento pudieron significar.

Es como aquel cura que víve en una pedanía, y el pastor del pueblo acude a él solicitando ayuda con su rebaño de cabras, puesto que se avecina una gran tempestad y no tiene donde resguardarlo. El cura decide darle cobijo en su pequeña iglesia y como no tiene sitio para todas ellas sube una al hueco del campanario, pensando que allí tendrá espacio suficiente para ella. De repente y sin quererlo, se le resbala de las manos y la cabra cae torre abajo estrellándose contra el suelo. El pastor y los lugareños contemplan con asombro y estupor el acontencimiento, mientras esperan una explicación lógica a lo sucedido. El cura, paralizado y abochornado con lo sucedido, traga saliva y empieza a balbucear sin mucho convencimiento:

-Esto... ejem... mi...mi...lagroooooooo. ¡Dios me ha hablado y me ha pedido que sacrifique una de estas bestias para evitar que un nuevo... un nuevo apocal... que otro Diluvio Universal inunde nuestras tierras! ¡Y así, con este sacrificio, todos sobreviviremos a la catastrofe y como premio a nuestra... ¡devoción!, eso, devoción, los hombres gozarán siempre de... campos fertiles y abudantes cosechas, y las mujeres tendrán.... yo qué sé, muchos hijos, sí, eso mismo, muchísimos hijos! ¡Que así sea...! ¡Alabado sea Señor y la puta cabra que me ha pateado la espinilla antes de caer, así te pudras en el Infierno, engendro del diablo...!

Y ya tenemos una nueva tradición en el zurrón, así, salida de la nada y susceptible de ser distorsionada por el paso del tiempo y la rumorología creativa de los habitantes del lugar. Venga, y a partir de ahí cada año a tirar una cabra del campanario, sin reflexionar el motivo, que todo es muy científico, tradicional y sobre todo divertido. Bueno, siempre y cuando no seas la cabra, claro. O el suelo.

Por eso, ¿quién nos dice que una tradición no se pueda originar de algo realmente absurdo o de algún error de transcripción, incluso simplemente de la imaginación de un espabilado que quería salirse de un marrón y no sabía cómo? 

Pues es así es como veo El día del Libro, o Sant Jordi como lo conocemos en Cataluña; como una Nueva Navidad, un esponjoso San Valentín o un "Ya ha llegado la primavera" en el Corte Inglés. Ya no valoro que la historia tiene todos los elementos tradicionales de cualquier historia épica medieval que se precie: un reino de catetos, un dragón malvado de paladar exquisito, un Rey pelín despota que no actua hasta que le tocan a su familia, un sorteo dramático a lo Juegos del Hambre, una virgen con pedigrí, un héroe/Principe Azul con rasgos Christiangreyanos y un final turbio con una boda de conveniencia y la muerte de un animal en peligro de extinción que analizado desde un punto de vista jurídico daría para un Gurtel II. Tampoco me meto mucho en cómo se sacan de la manga lo de que crezca un rosal de las entrañas del dragón y que por ello haya que regalar una rosa a todas las féminas del lugar. Entendería que se tuviera que regalar un hacha de doble filo, una lanza con un casco a juego o un spray de pimienta anti-dragones, incluso lagartijas como mascota, pero rosas salidas de un charco putrefacto de sangre, ahí bien rojas para que no se te olvide el origen de todo esto, como que no lo veo.

Pero donde si empiezo a tener dudas es sobre el verdadero sentido que tiene el Día del Libro y en su ya quasi-exclusif carácter comercial. Inicialmente era un día donde se debía de potenciar y celebrar el gusto por la lectura, donde todo el mundo regalara un libro como gesto cariño y amor por ti y por ese placer que nos hacía más sabios y libres, y callados cuando ibamos en el metro. Pero de un tiempo a esta parte ha perdido ese sentido más altruísta y se ha convertido en una competición para ver quién la tiene más larga.
La cola.
De fans
Para firmar.

Escritores con todas las de ley en el mejor (y menor) de los casos, neoplumillas mediáticos con grandes editoriales a las espaldas tirando de los hilos, periodistas del tres al cuarto que tiran de documentación desclasificada para "inspirarse" a la hora de contar sus historias, famosillos que no saben ni escribir su nombre y demás jetas de cara reconocible con libros escritos por negros literarios y que suelen más básicos que el ph del amoniaco. Todo eso es lo que se puede ver un día como hoy, vender  por encima del transmitir historias de calidad que creen verdadera afición por la lectura. Es tan absurdo como querer abrir el gusto por el cine a un neófito recomendándole las películas de "Crepúsculo" o transformarlo en un amante de la música escuchando un disco de "David Bustamante" o los "One Direction".

Todo se resume un término: egocentrismo literario, yo he vendido más que tú la mierda de mi libro.

Pero hoy en día la sociedad está evolucionando (¿?) a pasos agigantados y la tradición, para variar, se está quedando más anticuada que el llegar virgen al matrimonio o a 2º de ESO. El público, sobre todo la gente joven, cada vez lee menos y si lo hace es su correo o todo lo que puede recibir en sus smartphones, siempre y cuando llegue en ese código indescifrable nacido con la  mensajería instantánea, donde las vocales cada vez tienen los días más contados que el lince ibérico o que el hielo de los casquetes polares.

El móvil y las nuevas tecnologías están haciendo añicos un sin fin de siglos de tradición y reescribiendo un lenguaje universal que viene a ser la versión choni del Esperanto: el Deseperanto. Desperante las faltas de ortografía, el (nulo) uso de los símbolos de puntuación, la aberraconstrucción morfológica de lo que parecen protohermanas lejanas de las frases o la conjugación asesina de algunos verbos, que no se suicidan porque no pueden. Los libros son demasiado aburridos para todos ellos. Antes nos quejábamos si el libro no tenía alguna foto para hacerlo más ameno, ahora la idea es que "todo lo que tenga película o serie, o pueda ser visto y explicado en un tutorial de Youtube, no merece la pena ser leído". El resultado de este nuevo pensamiento está  provocando que el leer, como el aprender a sumar, restar, dividir o multiplicar, sea una labor prescindible o pueda reducirse al mínimo esfuerzo gracias una calculadora o un ordenador.

Estoy seguro que este año habéis recibido 200 iconos en el Whatsapp con rosas y demás, y más de uno habrá enviado un "InformedelaleyAgraria.mobi" o "RinconeteyCortadillo.pdf" porque son libros gratuitos, descatalogados, y en el fondo, regalar un libro, aunque electrónico, es regalar un libro. No hay más, este es el futuro. Facilidad e inmediateza versus el esfuerzo y sacrificio intelectual.

Tal vez sean las nuevas tecnologías, tal vez sea la actual (no)educación, tal vez sea que acceder a la cultura sea un 13% más caro y injusto que antes, tal vez sea que las Editoriales quieren hacer su agosto a costa su propia credibilidad, tal vez sea que lo que hace más escritor a una persona es ser una cara y no una mente conocida, tal vez sea que esta no debería ser una celebración puntual sino una acontecimiento diario, tal vez sea que leer y ser libre pensador suponga un impedimento para idiotizar al pueblo, o tal vez solo sea que soy un mal pensado y que me hago viejo, y que como todos los que ganamos años y perdemos visión global de las cosas, piense que las generaciones venideras no saben lo que están haciendo y que nosotros eramos mucho mejores.

Sea como sea, Sant Jordi ya no es una fiesta para todos, sino una excusa para hacer dinero, para reivindicar cada uno su propia visión política y para regalar flores y libros que, en su mayor parte, quedarán huérfanos de padre y madre, cogiendo polvo en alguna oscura estantería mientras fulminan las ganas de leer a todos aquellos que hoy querían darle una oportunidad a este placer y han descubierto que leer un libro esta sobrevalorado, es aburrido y no es tan mágico como prometían,  y eso que los suyos los habían escrito Jorge Javier Vázquez o Carmen Lomana. 



Frase del día: "De las cosas que me pasan, 3 han sido ilegales y no debieron subir al marcador" (Al - Eliminado virtualmente de mi propia Champions Lee)
-Quizás es momento de asumir las derrotas y no agarrarme a excusas o injusticias. Ser crítico con uno mismo es el camino. Gracias Piqué, jamás pensé que me servirías de inspiración.