lunes, 12 de agosto de 2024

Capítulo 236: Las Lágrimas de San Lorenzo

Perseidas o Lagrimas de San Lorenzo, un espectáculo natural para agarrarse a la mística y permitirse soñar. Nunca he sido devoto de las creencias populares y en estos últimos años no he necesitado encomendarme a ningún santo ni a ningún ritual mágico para mejorar mi vida. Tenía lo que quería y no necesitaba más ayuda que la me dieran mis ganas, mi fuerza de voluntad o mi esfuerzo, y si fracasaba volvía a empezar. 

Tener lo imprescindible te hace ser suficientemente fuerte para renunciar a lo superfluo; se puede vivir sin la gran mayoría de las cosas si tu alma y tu corazón tienen el motivo y la razón por la que seguir adelante. El resto de la historia ya es conocida.

Este año he visto las Lágrimas de San Lorenzo en el lugar donde debe ser: San Lorenzo (Sant Llorenç). Tumbado en el suelo en un campo en mitad de la nada he visto como pasaban ante mis ojos estrellas fugaces en distintas direcciones, con distinta intesidad y de distinta duración: libre albedrío cósmico.

En casos así uno no puede evitar abstraerse de su acérrimo ateísmo y, cuando ya está todo perdido, agarrarse a la idea del poder divino que tiene pedir un deseo al ver caer un simple trozo de roca que es desintegrado al entrar en contacto con la atmósfera terrestre. A cada una que cayó pedí uno. Todos improvisados, espontáneos, pero siempre con ese algo en la cabeza.

Estoy seguro que los desperdicié todos porque casi siempre pedí lo mismo, y a estas alturas tengo muy claro que poca cosa puede hacer ya por mí el Universo.

Creo que vi caer estrellas fugaces del cielo, aunque no sé si esas Lágrimas de San Lorenzo llegaron a ser reales o fueron simplemente mis propias lágrimas cayendo por la mejilla al recordar, como cada maldito día de mi vida, lo mucho que la echo de menos.

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