miércoles, 10 de abril de 2024

Capítulo 210: Sangre de mi sangre

- ¿Es la primera vez que donas sangre?

- No, ya lo he hecho varias veces, aunque no me gustan mucho las agujas y por eso ya ha pasado algo de tiempo desde la última vez. En realidad me obligo a venir porque se que mi sangre es muy necesaria, es de la rara, y se somos muy pocos.
 
- ¿De la rara?
 
- Sí, de esa que sirve para todos y …
 
- Ah sí, “0 negativo”. Yo la tengo igual, aunque yo la llamo sangre de la buena: nosotros siempre podemos dar a todo el mundo pero nadie nos da a nosotros.
 
- Ya, la historia de mi vida...
 

Fui a donar sangre hace un par de semanas, hacia mucho que no iba. Fue en parte culpa mía, por pura dejadez, y en parte porque ella nunca quería (una red flag tan grande como todas las otras que me comí por perderme en un camino con tantas curvas). El centro había cambiado de lugar, ahora está en un módulo prefabricado, ubicado justo a la salida del metro, colocado allí con la esperanza de atraer a más gente a donar al estar en un sitio más concurrido. Almas de cántaro, los altruistas que solían hacerlo ya casi no pueden debido a su edad y las nuevas generaciones por no dar no dan ni las gracias.

Me habían pinchado mucho en este último año pero al llegar a la camilla pasó lo de siempre. Volví a montar mi espectáculo "pre-punción", un recital de chascarrillos manidos y verborrea incesante derivada de unos nervios que mi enfermera, una señora mayor muy bregada en este tipo de lances, supo aplacar de forma firme y eficiente. Aun y así conseguí hacerle reír un par de veces y es que ella puede que ya hubiera visto de todo en este mundo pero subestimó la capacidad inventiva de un cobarde cuando le van a clavar una aguja en el brazo. Lo más curioso es que esta enfermera también tenía sangre “0 negativo” y cuando le conté que tanto la directora del centro como yo teníamos su mismo tipo y que para ser solo el 9% de la población ya era casualidad que nos hubiéramos juntado allí tres mochuelos de un mismo olivo, ella me dijo de forma seria y algo teatral:

-¿A sí?. Pues lleva aquí 10 años y no ha donado ni una sola vez. Voy a tener que hacerle una visita.

Imagino que series como “Los Soprano” nacen de personas y situaciones como esta porque llegó a helarme la sangre tan solo por el tono en que lo dijo. 
 
Pero como si esto no fuera suficiente, el otro enfermero que trabajaba allí  también parecía sacado de otra serie, más concretamente la que hubiera surgido de un crossover entre “Dexter” y “Crónicas Vampíricas”. Tez blanca, ojos profundos y brillantes, no muy alto, extremadamente entusiasta con su trabajo y siempre saltando de máquina en máquina y de paciente en paciente como si tratara de devolver a la vida a nuevos Frankesteins en un día de tormenta. Así que no fue de extrañar que, cuando una chica joven, de piel clara y cabello oscuro, de paso dubitativo y la viva imagen de una primeriza, apareció por la sala, él cayera sobre la pobre infeliz como un autobús del Imserso cae sobre el buffet libre de un hotel. 

- Túmbate aquí. ¿En qué lado prefieres que te pinche?.
 
- Me da igual. Bueno,igual mejor en el izquierdo.
 
- A ver, remángate, déjame ver ambos brazos. Uy, en el derecho tienes muy buenas venas, qué bonitas. A ver el izquierdo. Aquí también se ven bien, pero las del derecho se ven mucho mejor.
 
- Bueno, pues entonces, si puedo elegir, prefiero en el izquierdo, si te va bien.
 
- Sí claro, se puede pinchar aquí, pero déjame mirar de nuevo el lado derecho. A ver, en el izquierdo puedo hacerlo, pero las venas del derecho es que son preciosas, mira como se marcan. (Mirada fija y sonriente como quien tiene todo el día para esperar que le digan que sí).

- Jajaja... jaja... (risa nerviosa). Sí, ya, pero da igual, si dices que en el izquierdo también se ven, pues en ese. (Se mira el brazo, lo mira a él, se vuelve a mirar al brazo, lo vuelve a mirar a él, sonríe como bien puede). 

- Venga, pues nada, en el izquierdo. (Resignación). Te pongo la goma y vemos dónde te pincho. En el derecho no hubiera hecho casi falta apretar, porque de verdad, no había visto unas así en mucho tiempo.  Vale, listo, vamos haya, respira profundo, solo notarás un pequeño pinchazo y ya está... (Silencio)... No, en serio, ¿seguro que no prefieres...?

La chica me miraba de refilón, nerviosa, como diciendo “pero qué coño… ayuda…”. Así que, para desviar el tema y sacarlo de ese bucle "veno-obsesivo", le pregunté lo primero que se me pasó por la cabeza. Nos llegó a contar que trabajaba por la mañana en el laboratorio, haciendo análisis de sangre, y por la tarde en el banco de sangre, por si no había tenido suficiente dosis de agujas. Acabó confesándonos que le encantaba pinchar pero no que le pincharan. Disfrutaba con su trabajo y no le aburría ni lo más mínimo, a pesar pasarse todo el día haciendo lo mismo, cosa que nos habíamos empezado a oler hacia rato y que empezó a preocuparnos por el hecho de que nosotros estábamos atados a esas camillas y él no. Ya no sabíamos ni donde mirar. Al final no pude reprimirme y le acabé soltando:

-Entonces tú, cuando ligas con una chica, ¿qué le dices: "Me encantan tus ojos pero... buf, esas venas, Dios como me ponen?". 
 
Se puso a reír y a la chica no le quedó otra que girar la cabeza para contener la carcajada. Al final mi bolsa se acabó de llenar. Aquello parecía una bota de vino a punto de reventar. No sé por qué pero me vino a la mente las panzas de esos mosquitos a los que "dono" sangre 400 veces cada verano y que apuran hasta la última gota para acabar pareciendo morcillas con alas. 
 
Era hora de marchar. Me supo mal dejarla en manos de ese psico hemato-belonefílico pero era ella o yo. Al abandonar la sala de pinchazos pude ver, en la distancia y mientras me despedía, como intentaba decirme con la mirada "corre tú que puedes". Antes de salir definitivamente de aquella casa de locos y mientras me ponía tibio a base de zumos de piña, vi al enfermero peleándose con una máquina que pitaba como si el reactor de Chernobyl estuviera a punto de fusionarse para, más tarde, ponerse a ver un tutorial de Youtube y conseguir aprender a envasar al vacío una bolsa de plasma de un hombre que llevaba allí media tarde y al que no les iba a quedar más remedio que tener que adoptar. Pensé, ¿y en tres meses debo volver por aquí?. Ni tan mal oye.

Cuento todo esto porque a raíz de mi donación hoy he recibido un mensaje al móvil. Decía que mi sangre se ha enviado al Hospital Vall d' Hebron para un paciente y me daban las gracias. He estado pensado en ese pobre desgraciado o desgraciada. Desde este momento lleva una pequeña parte de mí. Mi idiosincrasia corre por su venas, infectando ya todo su cuerpo. Desconozco su vida y sus circunstancias, aunque obviamente no serán las mejores si está en la cama de un hospital y ha necesitado una transfusión, pero pienso en lo que implica la putada de que mi sangre esté corriendo por sus venas. ¿Se pegará el destino?. ¿Desde hoy notará la mala leche que me invade cada día?. ¿Notará la pena, el cansancio, la ira contenida, la impotencia, la mala suerte congénita y el desaliento que forman parte de mi vida desde hace casi un año a esta parte?. ¿Odiará como odio yo el sentirse tan solo, tan insignificante, el vagar por la vida como un alma en pena atrapada en el limbo, sin nada que haga que la sangre vibre o corra desbocada y que en su lugar solo hierva por los recuerdos, las mentiras y el abandono inmisericorde?. Quiero pensar que mi sangre puede salvar vidas y no volverlas más pesadumbrosas.

Desde hoy somos colegas de penares, por fin alguien conoce de ciencia cierta qué estoy pasando. Ahora tengo otro hermano u hermana de sangre. Espero que, si alguna vez se cruza con ella por la calle, un algo irracional le haga sentir rechazo y antipatía, como cuando un perro gruñe al percibir una amenaza en el ambiente, que mi sangre haya servido de detector de ingratos. Ojala me hubiera servido a mí, ojala no hubiera acallado todas las señales y advertencias que zumbaban en mi cabeza, ojala hubiera sabido que todo tiene un precio. La vida te da regalos mágicos pero luego se los cobra, vaya si se los cobra, lo estoy pagando con sangre y lágrimas. Lo peor, volvería a hacerlo.
 
 
 
PD: Hoy tuve visita de control de mi clavícula. Sorpresa, palabras textuales: "Lo que a ti te ha pasado no suele ser muy normal, una hebra se ha quedado enganchada a la placa que llevas, tendremos que quitártela y volverte a operar, para ver si se suelta, pero no antes de septiembre". Un año con dolor de clavícula y músculos del brazo para luego a volver a empezar. Hipotecado otro año, otro sueño que se esfuma. No gano para pagar facturas vitales. Ni un respiro, ni un plan intacto, ni un golpe de suerte. Aposté todo al verde y ha salido el rojo sangre y en negro oscuridad. Desafortunado en el juego y desafortunado en amores. Joder, ¿qué será lo próximo?.




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