viernes, 8 de marzo de 2024

Capítulo 208: Bola de Drac eterna

"Volant, volant, sempre amunt, sempre amunt.
Na-na-na. Tu amb mi: tots dos junts lluitarem.
Volant, volant, sempre amunt, sempre amunt.
Na-na-na. Mai un amic sol no deixarem."

A veces, en la vida, cuando alguien se va, muere también una parte de ti. Normalmente suelen ser personas que han convivido contigo, seres cercanos o familiares que, de alguna manera, han marcado tu existencia con su conocimiento, su trato o su inspiración. Pero más allá de la impronta que puedan dejar esas personas, cada ser humano crece y toma forma a través de estímulos e influencia de otros referentes que se cruzan en su vida; una mezcolanza de inputs, a cual más variopinto, que terminan por cincelar tu yo real.  

En este caso, hoy he conocido la marcha del "formador" de una gran parte de mi adolescencia, así como de la gran parte de los que fueron mis coetáneos en esos años donde todos eramos tan impresionables. Ha muerto Arika Toriyama, dibujante y creador de las series manga "Dragon Ball" y "Dr. Slump". 

Más allá de la tristeza que me supone su muerte, es doloroso mirar atrás y ver que, la mayoría de los grandes nombres que hicieron de mi infancia un lugar más plácido, ameno y motivador, desaparecen poco a poco y dejan huérfana una parte muy importante de mí. 

Me crié, literalmente, viendo "Bola de Drac". La serie empezó a emitirse en Cataluña en febrero del 1990, y por aquel entonces, mi contacto con la lengua catalana era apenas residual. Eran unos dibujos espectaculares para el época, con unos protagonistas que rompían moldes y que te hacían desear ser ellos. Lejos del espíritu "woke" de hoy en día, en aquel entonces, la historia de dos aprendices de luchadores tutelados por un maestro pervertido y acompañados por una adolescente atractiva y aventurera, era una auténtica locura que nos abrió la mente como ninguna otra serie había hecho hasta el momento. Así aprendimos catalán una generación de chavales, la mayoría hijos de inmigrantes andaluces, y descubrimos los conceptos de la amistad, el esfuerzo, el sacrificio y la constancia. Fueron mucho más que unos simples dibujos animados, fue una fiebre de fotocopias, un acabar pronto los deberes para poder ver otro capítulo y una espera constante para que llegara el siguiente, un puente hacia una nueva forma de ver la vida, el inicio de vocaciones desconocidas y una ruptura de esquemas.

Y los que crecimos entre parques, la hora de los estudios, extraescolares, cómics y Son Goku, fuimos una generación muy feliz. A día de hoy, pasados ya algunos años, soy capaz de cantar de memoria las canciones tanto de "Bola de Drac" como de "Bola de Drac Z", cabecera y cierre incluidas. La esponja que eramos en esos tiempos marcó para siempre lo que somos ahora, y es una de esas cosas que mucha gente, ajena a aquel fenómeno excepcional, nunca entenderá. 

Ha habido personas, muy cercanas a mí tanto física como emocionalmente, que no ha llegado a entender lo importante que fue criarse en un momento como aquel. "Pero qué friki eres". Esa expresión, aparentemente inofensiva, siempre ha guardado un punto de desprecio y desdén como si el hecho de ser ya un adulto implicara una falta de madurez o seriedad por seguir disfrutando de aquel universo. Pero es que leer Ibañez me enseñó a no ponerle puertas a mi imaginación y aprender a dibujar, ver "Bola de Drac" me enseñó a hablar catalán, socializar y romper poco a poco los muros de mi tremenda timidez y a conocer y valorar el significado de la amistad, jugar con bloques de construcción ("Tentes") y playmobils desató mi creatividad y el don de buscar más salidas de las que unas simples instrucciones pudieran indicarme, devorar la bibliografía completa de Terry Pratchett (muchos ignorantes dirán que es un autor infantil) hizo explotar en mí el gusto por la lectura, por la escritura y, por primera vez en mi vida, tuve un ídolo real al que seguir, admirar y en el que desear convertirme. Todos aquellos años sacaron lo mejor de mí, los que me llamaron friki después y no supieron valorarme, lo peor.

Igual tú no entenderás que con 14 años prefiriera cantar "Arare-chan" antes que alguna canción de Raw Alejandro o Bad Bunny, o que ver al Senbei Norimaki (Doctor Slump) echar sangre por la nariz al ver las braguitas a la Señorita Yamabuki me parezca mucho más adecuado que escuchar las explícitas letras de cualquier reggetonero del tres al cuarto. También prefiero pagar 10 euros por una camiseta con Monkey D Luffy en el pecho que 30 por llevar el logo de Dolce&Gabanna o de Jack and Jones y que así parezca que tengo más clase; igual es cosa de "frikis", ¿no?. 

La cuestión es que no se ha muerto alguien cualquiera, se ha muerto una persona que regaló una infancia alucinante a millones de niños sin unos referentes claros ni sanos y que posiblemente forjó la última generación de gente que sabe lo que es el amor, el compromiso, luchar por su ideales y el no rendirse jamás, una generación que sería capaz de levantar las manos para dar su energía vital a quien la necesitara. 

Hoy vuelve a ser un día triste en mi existencia, y van demasiados. Busco motivos y salidas para empezar a ver la luz al final del túnel pero la nostalgia es un lastre demasiado pesado que no deja de arrastrarme hacia la oscuridad. Lo peor es que, incluso viendo como parte de mi vida se difumina, mi gran losa sigue sobre mis espaldas, infiltrándose en cualquier tema de mi vida, llevándome todos los caminos al mismo lugar, a la misma persona. Akira Toriyama creo infinidad de personajes pero siempre me sentí identificado con Krilin. Su historia de personaje secundario, que luchaba con todas sus fuerzas a pesar de ser inferior a todos sus amigos, me hizo ver que el autor construía relatos para gente común. Historias de amor y redención, como cuando el propio Krilin pide como deseo al Dragon Shenron que salve la vida al Androide 18, convirtiéndola en humana y logrando su pequeña victoria, tal vez mucho más importante que la que consiguieron el resto de los héroes. 

Akira transformó un robot en humano. Es una pena que sea demasiado tarde para que vuelva a hacer lo mismo. 

Descansa en paz, Gran Maestro, tu recuerdo y tu esencia perdurarán mucho más allá de cuando nosotros nos hayamos ido, porque tu herencia es una experiencia vital que poder transmitir a las nuevas generaciones para hacer de este un mundo un lugar mejor. 

Me uniré a la búsqueda de las 7 bolas de dragón para obrar el milagro, y sí, volveré a hacerla humana de nuevo. Lo siento.
 

  

 


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