martes, 14 de mayo de 2024

Capítulo 216: A tumba abierta


Estoy perdiendo la cordura en un descenso absurdo a los infiernos de la nada. Todo un largo camino de interiorización exhaustiva y férrea sacrificado por un imposible de precio demasiado elevado. La flaqueza del bolchevique hecha carne.

Tenía que estallar: tanto autocontrol, tanta espera, tanto apostar todo a un número en una ruleta amañada; era inevitable. Se acabó el juego, señores.

Hoy ha sido el día de enfrentarse a la única realidad existente, la del sentido común y la de la dura pared. Me lancé a tumba abierta y me hice escuchar. Nada nuevo bajo el sol, nadie quiso edulcorar algo amargo como un último trago de orgullo.

Realidades como losas han construido el mausoleo que encerrará, para siempre, todo resquicio de fe y esperanza. Hoy cada voz ha cantado la misma canción triste de trompeta con las mismas notas, con los mismos acordes, a modo de blues, como un requiem a coro y capela, sin artificios que camuflaran su verdadera esencia. He oído lo mismo repetido, lo que ya sabía, de formas distintas y en medios distintos. Nadie ha desafinado, nadie ha visto lo que yo esperaba ver. Ce fini.

Ahora, ayer, hace mucho. Tenía un ebook y no escuché como pasaba la página. Ni en playas tranquilas a media tarde, donde solo se escuchaba el viento mientra leía en silencio, pude deducir que el libro en realidad tenía un final desgarrador. Curiosamente fue el mismo momento en que descubrí qué era lo que quería para el resto de mi vida: el silencio en comunión, tú y nadie más en el universo. Pero ni con tanto silencio me di cuenta a lo que sonaba aquella historia, una historia que, aunque tocaba con mis manos, ya no era mía.

Me han dicho que siga adelante, que no intente entender como he llegado a este punto. Todas la decisiones de estos últimos años me han marcado. Me han cuestionado que supiera cuál era mi realidad, lo que me traía entre manos. Ni siquiera lo sé ahora, ya dudo de cosas que en su momento no admitían ni la más mínima discursión. ¿He sabido querer?, ¿me han querido?,¿he sabido encontrar mi lugar y mi camino?. Pensaba que era listo, que no iba a cometer errores de juventud, pero mi incondicionalidad me la ha vuelto a jugar. 

Estoy cansado de que digan que tengo tiempo para rehacer la vida, que olvide tanto fracaso y sufrimiento. Pero nadie cura el dolor de saber que la edad ha sido la culpa. ¿Pero qué coño?. La edad ha sido el temor para ellos, no para mí. Nadie es una edad, es un estado de ánimo, un cuerpo cuidado, un corazón sano para superar pruebas de resistencia, agilidad y fuerza. Un corazón más que sobrado para querer y quererlo todo más allá de cualquier entendimiento. La edad estaba en otras cabezas y demostré que no todos eramos iguales , que no había ningún impedimento: la clave es y siempre serán las ganas. Sin una fecha en el dni nadie hubiera dudado jamás de la elección, pero pesaba más pensar en un futuro incierto basado en suposiciones y temores por el qué dirán que una realidad factible y demostrable. Mi padre: “eres demasiado viejo para ese trabajo”, la gente: “eres demasiado viejo para las cosas que te gustan”, las personas que no saben querer: “eres demasiado viejo ser eterno”. 

Como ya cometé alguna vez recuerdo a aquel actor que una vez dijo: “enamorarse de algo, una profesión o de un persona es muy difícil, porque no vas a encontrar algo así muchas veces en la vida”. A mí me han hecho creer que eso es una tontería. Nadie creyó que pudiera ser tan buen padre como guardián, nadie supo valorar lo extraordinario que fue que todo hubiera aparecido justo en aquel momento y de aquella manera. Lo inaudito fue visto simplemente como un hecho cotidiano más.

Me enfrenté a mi padre, me enfrenté a dos personas que me conocen bien y a una desconocida que solo supo darme ánimos maternales. Se lo agradezco a las tres. Nadie consiguió quitarme el dolor, solo hacerme ver que el pasado no va a volver, que preguntarme por qué no iba a aliviar mi carga. Pero necesito verlo con mis propios ojos, ahora si necesito que cada palo aguante su vela, aunque sea pegarme un tiro en el pie, porque la angustia y el dolor que siento ahora no se van a ir ni mañana ni pasado, ni el otro, ni el otro, y ya he alcanzado mi umbral de sufrimiento máximo como para que me venga ya de aquí.

Mi dolor está causando dolor a mis seres queridos y estoy en un bucle tan profundo y perverso que hará que todo acabe mal. Pero por Dios que no puedo evitarlo. El cómo se ha ido todo a la mierda ha sido tan cruel e injusto que es superior a mis fuerzas. Tengo que pedir que se enseñen las cartas y desenmascarar al tahur, tengo que arriesgarme aunque eso no sirva para nada y solo solo una respuesta flemática y dolorosa (es imposible que me equivocara tanto, ¿no?).

Sigo deseando lo mismo de siempre, por increíble que parezca. Empiezo escribiendo una cosa y acabo con lo contrario. Dicen que soy muy negativo pero no puedo controlar lo que mi mente, alma y corazón desea. Al final siempre sobrevive dentro de mí una pequeña esperanza y un optimismo artificial que me nubla y enajena, pero que me da fuerzas para aguantar un día más esperando el milagro.

Voy a tumba abierta porque, aunque tengo mucho que perder, algo dentro de mí cree que con todo lo que he dado, todo lo que me he esforzado y todo lo que soy y todavía puedo dar, puede haber otro final. Es imposible que haya alguien que pueda hacerlo mejor de lo que yo soy capaz, o en su lugar, que es imposible que haya alguien que renuncie de forma cabal a algo, como dice Kpru, tan incondicional. Me lo merezco joder, por una vez en la vida me merezco tener lo que deseo y poder ser completamente feliz. ¿Cuántas veces necesitas que luche por ti... destino?.

 

Pd: En la frase del día de ayer. Quiero creer en las casualidades. Y tú no digas nada, acéptalo, joder. 

(Editado: releyendo una y otra vez toda esta basura estéril he descubierto la realidad final: es demasiado tarde, siempre ha sido demasiado tarde. Es imposible que cambie nada ya porque en este tiempo atrás no solo se dejó morir la planta de siempre por falta de riego y cuidados, sino que a su vez la jardinera apostó todo por la nueva semilla que crecía a costa de las hojas muertas de la otra, de su agua y de su atención. Se aburrió de una mientras se encandilaba de los nuevos tallos de la otra, verdes y vírgenes para ella. Nunca volverá a renacer aquella planta porque ya solo hay ojos y deseos para lo único que existe en su jardín: su nueva ilusión. Que forma más cruel de morir todo. Tenían razón los rizos: está todo perdido, para siempre. 

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