Hay una frase que dice: "Los tiempos difíciles crean hombres fuertes; los hombres fuertes crean tiempos fáciles, los tiempos fáciles crean hombres débiles; y los hombres débiles crean tiempos difíciles". Yo soy un hombre débil, viviendo un tiempo fácil que yo mismo lo he transformado en difícil.
Me siento derrotado, abatido, superado por unas circunstancias que no he sabido controlar. Soy un hombre débil que llora como una mujer, lo que no supo defender como un hombre.
Mi felicidad sigue en torno a una quimera que ya solo existe en mi imaginación y en mis recuerdos. Como el mito de Sísifo, vuelvo al punto de partida con todo el peso de un tiempo pasado que siempre pensé que fue mejor.
Hoy, de nuevo, y más que nunca, entiendo a mi madre. Solo quiero dormir, solo quiero desaparecer de esta realidad, y que las historias que me rodeen sean de otros mundos que me hagan olvidar el presente. Ella escondía pastillas, pedía morfina, buscaba la medicación necesaria para intentar dormir el máximo número de tiempo, esperando que al despertar todo se hubiera solucionado. Porque en sueños todo era posible. Huir de la realidad era ese arma de doble filo que no le quedaba otra que empuñar: al dormir el cáncer era solo una enfermedad que no le había tocado a ella, pero al despertar le esperaba el jarro de agua fría que era recordar a la injusta química y a su obsceno azar.
No sé hasta qué punto ese martirio psicológico de no ver luz al final del túnel le hizo claudicar y resignarse a su destino. Entiendo el agotamiento mental de ese proceso, el de luchar contra una realidad que te niega lo que más deseas. Ver como la esperanza se desvanece y darte cuenta qué, solamente tú, no eres consciente de que no hay nada que hacer. Eso destroza a cualquier por dentro.
Mi motivación actual es cero, me siento si me despertara en aquel fatídico diciembre. Ninguno de mis planes, por muy bien que salgan, me motivan en absoluto. Es como haber encontrado el secreto de la felicidad eterna, pero no tener a nadie con quien compartirla. Cuando solo deseas una cosa en la vida y te la niegan, eso es como estar muerto en espíritu y alma.
Nunca me he arrepentido de las decisiones que tomé en el pasado, me pude equivocar, pero aprendí, acepté su precio y seguí adelante. Pero en este caso, por primera vez en la vida, si pudiera volver atrás, habría cerrado los ojos y pulsado el botón de apagar.
No sabes lo que me cuesta decir esto, verbalizarlo (qué ironía). Tengo que escribirlo aquí porque no tengo quien me pueda escuchar. Miento, sí tengo, pero una parte no lo entendería o preferiría no saberlo, y a la otra parte no la quiero cansar con el mismo cuento porque ya no saben qué decirme.
He pensado en esa respuesta que volvió a ponerme los pies sobre la tierra (más bien sobre mi infierno personal) y me he dado el plazo de tiempo de esas cuatro veces al año. Ya no puedo llevar todo esto encima, escribiendo por escribir, porque no escribo para la nada sino para que algún día se pueda saber que, lo que pudo parecerle un aleteo de mariposa, en el otro lado del mundo fue un terremoto devastador.
No hice caso a mi sabia amiga cuando me dijo que buscara todas las respuestas a mis preguntas, que por mucho que fuera a dolerme en aquel momento, cerraría un capítulo de mi vida. Al no hacerlo, mi vida se ha convertido en un camino sin pena ni gloria, que se viene abajo con un simple tecleo.
Cuando las heridas no se cierran, el mal se extiende por todo el cuerpo y los hombres débiles nos autocompadecemos en nuestro rincón mientras los hombres fuertes ocupan tu lugar.
¿Qué hubiera sido, si no te hubiera conocido, seguramente, no estaría sufriendo esto contigo, ni como amigo...
 
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