martes, 31 de diciembre de 2024

Capítulo 242: Revelaciones (29d a 29d)

Este año he aprendido que, tristemente, los muertos ya no están, ya no existen. Solo son un puñado de cenizas debajo un árbol o dentro de una bolsa en un pequeño baúl. Son recuerdos imborrables, pero el verdadero esfuerzo debe ser para los vivos. Lo siento, mama.

He aprendido que familia no siempre es lo más importante. A veces se olvidan de que existes, otras son capaces de hacer lo impensable por echarte de sus vidas. Es una lección dura de aprender, pero hay que asimilarla. Ya han pasado 10 años donde la noche que solía ser la más feliz de nuestras vidas la paso solo o lejos de los que son verdaderamente míos. 

He aprendido una sabia lección que Robin Williams dejó plasmada en una frase: “Pensé que la peor cosa en la vida es estar solo. No lo es. La peor cosa en la vida es estar con gente que te hace sentir solo”.

He sido consciente de que el segundo peor año de mi vida tiene mucho en común el peor año de mi vida: perder algo a alguien realmente importante en tu vida. Echo de menos a esas personas, pero creo que he descubierto que lo más echo de menos es la sensación de sentirme querido, importante. Todos necesitamos cariño. Yo lo necesito para ser feliz, para poder con todo lo demás.

He descubierto que los sueños no se cumplen, que solo son maldiciones que te recuerdan aquello que deseas y no lograste alcanzar. Son anhelos incumplidos, es la película que tu mente te hace ver, noche tras noche, para recordarte lo que no tienes en la realidad. He tenido muchos sueños así, por eso que sé lo que quiero, pero ¡joder! duele mucho asumir que nunca llegará. 

He aprendido a que en la vida hay que apostar por aquello donde la suerte intervenga lo menos posible. Debo centrarme en cosas que dependan solo de mí y de mi capacidad como persona, no del destino. La suerte me esquiva, debo aprender a vivir sin ella, a luchar el doble, a ganármelo a pulso y sin ayudas.

Me he dado cuenta de que ha pasado un año, pero en mí no ha pasado ni un día. El olvido se ha olvidado de mí y vivir así una tortura. Debo pasar página, como sea, porque es urgente vivir, como decían nuestras camisetas. Ella tomó nota, yo no.

He aprendido que las expresiones “para siempre”, “no quiero que nunca te vayas”, “solo quiero estar contigo”, “nunca me olvidaré de ti” son expresiones vacuas, no tienen valor. Debía haber aprendido hace tiempo que nada es para siempre y que las personas ya no tienen honor. Una promesa se puede incumplir, una mentira no tiene coste, joder la vida de la gente sale gratis. Otro año más que mi inocencia me la juega. 

He aprendido a vivir sin lo que más me gusta, he aprendido a tener resiliencia, a intentar contener mis frustraciones y convivir con la impotencia y el desasosiego. Me he puesto retos para ponerme a prueba, como dejar el azúcar de forma radical y así endurecer mi camino. Quiero una catarsis por la vía del sufrimiento. Debo perderlo todo para hacerme fuerte, para no volver a sentirme expuesto y frágil. Quien pasa con lo mínimo cae desde menos arriba.

He descubierto que lo que tantos años me hizo feliz ahora ya no me hace sentir igual. Todo lo que tocó se ha marchitado y está corrompido. No solo he perdido la brújula, he perdido los lugares y el camino. No he vuelto a poner un pie en su letra “E”. Debo renovarme o morir, pero no ha sido justo, se jugó siempre en mi campo.

He aprendido que no se puede recuperar lo que no fue nunca tuyo.

He descubierto que puedo lograr lo que me proponga por mí mismo. Aprobé el curso que decidí hacer, he entrado en la nueva etapa que me marqué como meta. También he descubierto que ganar sin tener con quién realmente celebrarlo es peor que perder con alguien que siente y te abraza en tus derrotas.

He vuelto a recordar que la gente está de paso. He conocido este año a más personas de las que conocí en los 7 anteriores y se fueron como llegaron. No me molesta y no me importa porque esta lección ya la tenía aprendida, porque me daba igual y ya que sabía que pasaría. Me apena que la vida sea esto, gente que pasa como pasa el paisaje por la ventanilla de un tren o como las hojas por la calle en un día de viento. Igual soy yo, pero ya no lo sé.

He aprendido que la pena se debe llevar por dentro, porque la gente no quiere saber cómo estás y nadie recordará tu dolor a la mañana siguiente. Nacemos solos, vivimos solos, morimos solos. Prefiero dar rabia que dar pena.  

No he aprendido a olvidar, ni a desmitificar, ni a pasar página. Sigo esperando a que pase algo y es el peor error de este año y, me temo, que del siguiente. Ojala pase algo que te borre de pronto.

He reaprendido a no sentirme mal si algo no me sale bien.

He aprendido a saber que no soy capaz de recordar la fecha de un aniversario, pero sí la fecha de una pérdida. Imagino que la felicidad se vive de una forma inconsciente y gozosa, pero la pena se recuerda a sangre y lágrimas. 

He sido consciente de que si quieres que algo se haga, hazlo tú, y si quieres que algo se arregle, cede tú. Imagino que soy el eslabón más débil, veremos que pasa cuando se cambien las tornas.

He vuelto a conocerme en lo personal. Soy capaz de levantar las manos y rendirme, y de marcharme en silencio, sin batallar y sin quemar Roma, sin que la derrota salga más cara para quien venció que para el vencido. Puedo ser la persona más cruel, insensible y destructiva del planeta, pero un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Sé hacer muchísimo daño, pero soy demasiado sensato como para permitírmelo. 

Estoy aprendiendo a gastar mi dinero en el hoy, no en el mañana. No voy a permitir no disfrutar de los caprichos que me merezco.

Me estoy reconciliando con la música.

He leído muchísimo este año, no sabes lo orgullosa que estarías de mí.

No he aprendido a vivir sin ti.

 

Feliz 2025.


(Dos fechas, dos vidas.) 






miércoles, 27 de noviembre de 2024

Capítulo 241: Te sigo soñando


El mejor sueño, la peor pesadilla. ¿Por qué sigues apareciendo? Ya ha pasado mucho tiempo, deberías haber desaparecido de mi vida. Tengo mil motivos para que quedes anclada en el pasado y que tu recuerdo sea simplemente imágenes dispersas en mi memoria. 

“Albertito, mi Albertito”. ¿Por qué sueño que volverás cuando ya hasta dudo si llegaste a estar? Mi cerebro, tan torpe e ingenuo, empieza a cuestionarse de qué lado está. Siempre creí iba con ella, pero ahora empiezo a descubrir que, alguna parte oscura y rebelde, se ha dado cuenta de a quién debe verdadera pleitesía. Quiso volver, con su imagen dorada pero de rostro borroso, pidiendo aquello que alguna vez fue. Tan solo una pregunta: “¿por qué?” deshizo el hechizo. Desperté. Me despertó. Un cerebro cansado de sufrir un dolor físico insoportable cortó de por lo sano lo que iba a ser un espejismo de nostalgia e irrealidad.

Ya ni en sueños me creo que haya marcha atrás, a pesar de que sigas apareciendo constantemente y a todas horas. Pero por suerte ya hay alguien que vigila por mí, que me cuida cuando me fundo con lo onírico. No me librará de ti, jamás lo hará, pero no acepta que sufra en vano la idealización de lo que ya no existe, de lo que ya nunca volverá a ser igual. 

No puedo olvidarte, nada ni nadie te podrá sustituir, pero tampoco busco ni deseo aquello que te pueda igualar. Murieron y mataste mis ganas de querer, de amar. Tienes el monopolio de mi felicidad, pero no iré a buscarla ni te pediré que me la  devuelvas, aunque seas la única pueda conseguirlo. Seguiré un camino que no quiero andar, dejaré pasar un tiempo que terminará por borrarme de una playa donde ya se escribieron otros nombres sobre el mío. Sé quien eres, sé quien soy, por lo que es mejor seguir sentado en este banco desde donde escribo, dejando que el sol termine de cegar unos ojos que me ven caminar hacia una oscuridad sin ti, pero siempre conmigo. 


martes, 29 de octubre de 2024

miércoles, 11 de septiembre de 2024

Capítulo 239: El día de la derrota

Si algo describe el "tarannà" (naturaleza, idiosincrasia) histórico de los catalanes es la derrota. Han sido múltiples las ocasiones donde el pueblo catalán ha sido derrotado cuando ha plantado cara a la injusticia, al malestar o a la ignominia sufrida por parte de otras naciones y pueblos que han intentado doblegar la cultura, historia y leyes e instituciones propias del pueblo catalán. La guerra dels Remences, la guerra dels Segadors de 1640, que acabó con el Tratado de los Pirineos en 1659, la Semana Trágica de 1909 o la Batalla de Cataluña de 1939 durante la Guerra Civil Española describen, entre otras, el sino de un pasado marcado por una lucha heroica ante una serie de adversarios que acabaron por doblegar la resistencia catalana. Pero lejos de avergonzarse de un destino tan aciago, Cataluña tomó como fiesta nacional una de sus mayores derrotas: la caída de Barcelona en 1714 durante la Guerra de Sucesión Española. 

Cada 11 de septiembre, fecha en que se conmemora dicha derrota, Cataluña celebra su diada (Día de Cataluña). A pesar de la traición de Inglaterra y del Archiduque Carlos de Austria, y de la crueldad por parte del ejército borbónico de Felipe V en la toma de Barcelona, Cataluña celebra este día como una jornada de reivindicación de un pueblo que luchó hasta la muerte por mantener sus derechos y libertades. Porque si algo describe más a los catalanes que la derrota es el espíritu combativo para volver a levantarse y luchar por su identidad y las causas justas. 

Es por eso que como catalán de nacimiento y creencia me siento orgulloso de serlo y aún más en días como el de hoy, ya que el carácter indoblegable que poseo es un ejemplo de la condición de la tierra que me ha visto crecer. 

En la derrota se conoce al verdadero hombre, ya que hay derrotas que tienen más dignidad que una victoria. De todas formas es difícil lidiar con una situación en la que has perdido algo por lo que luchaste hasta las últimas consecuencias. Asimilar la perdida es un ejercicio complejo, más aún cuando dicha perdida implica perder la esencia de todo lo que eras. El derrotado sufre la indecencia de no poder escribir la historia, de no poder reivindicar el derecho al honor, a la verdad, al respeto. Quien pierde no solo pierde la batalla, pierde el poder alzar la voz y demostrar que el haber perdido no implica que la justicia no estuviera de su parte. Nadie escucha al silenciado, a nadie le importan las mentiras, las tretas y los engaños que llevaron al ganador a quitártelo todo. Duele perder lo que querías, pero duele más cuando lo que te roban es la dignidad.

Cuesta volver a levantarse y ver que ya no tienes nada y aquella otra persona lo tiene todo, sin mala conciencia ni escrúpulos. Hay personas que nacen con una pátina de aceite moral: el infortunio les resbala por encima como si fuera agua, pero a su vez manchan todo lo que tocan. En mi derrota me marché sin hacer ruido: silencioso, digno, sin malas artes. Contuve todo en la prisión de mi cabeza, un tormento de puertas a dentro, y encerré todos mis reproches entre palabras desesperadas y pensamientos impresos. Nunca llegaron a quién debían llegar y cada vez tengo más claro que fue lo mejor. 

Desde el día de mi derrota he dejado de hacer muchas cosas que antes hacía y me he privado, como condena personal, de sucedáneos que aligeren mi carga.

-No he vuelto a ir a comer a aquellos frankfurts que tanta vida me daban.

-No he vuelto a ver si estaba el sabor de siempre para el helado de cada verano.

-No he vuelto a ver los programas que aquel sofá recuerda entre risas, canciones y doctoras que leen. 

-No he vuelto a comer pizzas donde no se dejaba ni una simple migaja.

-No he vuelto y subir y bajar de forma mareante cuando todavía "viure era urgent". 

-No he vuelto al lugar donde el mundo se paraba y los sueño se hacían realidad. 

He dejado de hacer lo que antes era genial, pero que con la chispa adecuada era único. Me he puesto en marcha para que este septiembre, un año a, sea el punto de inflexión externo. Como penitencia extra he dejado el azúcar, mi única droga real. No quiero nada fácil, quiero una vida espartana, quiero caer de una vez al fondo para poder coger impulso, sin anestesia ni edulcorantes: pura realidad que me abofetee tan fuerte que me haga despertar. 

Hoy es el día de la derrota, como tal vez lo fue hace un año ahora, pero hoy soy consciente. No tengo nada que celebrar y aun así sigo aquí, con sus fantasmas y mis cargas, porque si Don Antonio de Villarroel luchó junto al pueblo catalán por una causa que no era suya hasta el último momento, por qué yo no iba a luchar, a pesar de la traición e infamia, por una vida que continúa y que al tener la verdad de mi parte, en algún lugar, alguien vive con el deshonor de saber que su victoria fue indigna y miserable y que nunca más podrá a volver a pisar las tierras que un día le hicieron realmente feliz. Yo puedo mirarte a los ojos, ¿y tú, Felipe V?

¡Visca Catalunya!

 



sábado, 24 de agosto de 2024

Capítulo 238: El precio

Los errores se pagan, pero hasta que no ves el precio definitivo nunca piensas si han salido más caros de lo que llegaste a imaginar. Porque todos sabemos cuándo estamos cometiendo un error y tan solo ponderamos, de manera aproximada, el coste de ese desliz con la esperanza de que el resultado final sea asumible.

La cuestión es que, a veces, los errores se cometen en compañía. Ambos sopesan sus circunstancias, lo que se pueden permitir y su capacidad de resiliencia ante un destino de dudoso desenlace. Supuestamente hablamos de gente madura, consciente y responsable de sus actos. También barajamos la idea de que algo que empieza como un error se tenga la intención, como decía Shakira en su canción, de convertirlo en un acierto.

Para eso debes tener muy claro que la otra parte lo vale y que el error, acabe bien o acabe mal, será asumido por cada uno de los componentes, intentando minimizar los daños porque nadie, en su sano juicio, juega para perder.

Y es aquí cuando entra un aspecto que no se tuvo en cuenta en esta compleja ecuación. ¿Qué pasa cuando una de las partes decide no asumir el coste de su error y lo transfiere a la otra persona?. Lo que era un “pacto entre caballeros” se vuelve pura traición. Puedes asumir el peso de tus errores, esperas que su peso sea más llevadero cuando el mal es compartido, confías en no sentirte solo hasta saldar la deuda, pero jamás estás preparado para pagar tú solo la cuenta. No lo estás porque el importe a pagar se vuelve triple: el precio de tu error, el precio de su error y el precio del engaño y de un “¿por qué?” infinito.

Estoy calculando el precio de mis (mi) último error y su coste es inasumible. Ni en un millón de años hubiera pensado que, algo que creía que valía la pena, lo haya valido tan poco. Es imposible explicar, y llevo intentándolo muchos meses, todo lo que he perdido, estoy perdiendo y perderé. 

Entiendo perfectamente a la gente que “vive” con deudas. ¿Cómo desconectas de unos pensamientos que te invaden como las olas invaden las murallas de ese castillo de arena que todos hemos intentado construir en la orilla del mar? Es imposible parar ese maremoto de recuerdos que se infiltran en tu día a día, a cada momento y en cada lugar, y arrasan todo intento de olvidar lo que no debió suceder. Puedo asumir mis errores, pero no los engaños que me llevaron a ellos, no el haber sido el parachoques del coche de otro, no ser el borrador que se utiliza antes de pasar a limpio lo que será la gran historia de otra vida.

Escribo porque hoy volví a soñar con mi sueño y, estoy tan destrozado por dentro que, mientras sucedía, yo mismo le dije que no podía ser verdad, que era un sueño y que no quería despertar sabiendo que lo había sido. Cogió un color amarillento, su verde se difuminó y una expresión de “lo siento” me hizo huir de aquella cruel ilusión.

No puedo superarlo y no quiero seguir sintiéndome una mierda cada día de mi vida. Creo que mi problema es que nunca he sabido lo que deseaba y a su vez lo he deseado intensamente.

Aún ahora, sabiendo que si supiera la actual realidad me haría pedazos, deseo que los Orishas del santero inconsciente cumplan su predicción y pueda enfrentarme a un dilema que es mil veces mejor que mi actual existencia. 9 meses y ni siquiera así he dado a luz una nueva vida. Me arrepiento de aquella decisión, el precio no lo ha valido: esta vez si hubiera elegido lo mismo que Clementine, ethernal nightmare of the spotless mind.

martes, 13 de agosto de 2024

Capítulo 237: Una mirada a las estrellas

Hasta el año viene, viajeras infinitas. Quien sabe qué pasará el próximo año, quien sabe que será de nosotros, que será lo que el destino nos deparará. Hoy estás aquí y de repente mañana cambia todo, sin condescendencia ni ternura ni piedad. En la vida nada es permanente, lo que hoy tienes mañana puede que no esté, por eso vivir el presente es un ejercicio obligatorio, aferrarse a lo que tienes una simple banalidad. 

Lo único seguro es que el año que viene ellas seguirán brillando en el cielo, consumiéndose para nuestro gusto y deleite, y lo seguirán haciendo año tras año y durante millones de años más después de que hayamos desaparecido de la faz de la Tierra. Nosotros somos sus verdaderos astros fugaces que se convierten en polvo ante sus ojos, parpadeos insignificantes perdidos en una inescrutable oscuridad. Seres efímeros con historias intranscendentes y fútiles condenados a la indiferencia de un Universo que no nos devuelve la mirada.

Pero dentro de esa intranscendencia incontestable me queda el consuelo de que, aunque muy lejos y con todos los lazos rotos, y sabiendo que ya no compartimos los mismos abrazos, esta noche, al mirar al cielo, sí hayamos compartido las mismas estrellas en la más profunda y hermosa inmensidad.



lunes, 12 de agosto de 2024

Capítulo 236: Las Lágrimas de San Lorenzo

Perseidas o Lagrimas de San Lorenzo, un espectáculo natural para agarrarse a la mística y permitirse soñar. Nunca he sido devoto de las creencias populares y en estos últimos años no he necesitado encomendarme a ningún santo ni a ningún ritual mágico para mejorar mi vida. Tenía lo que quería y no necesitaba más ayuda que la me dieran mis ganas, mi fuerza de voluntad o mi esfuerzo, y si fracasaba volvía a empezar. 

Tener lo imprescindible te hace ser suficientemente fuerte para renunciar a lo superfluo; se puede vivir sin la gran mayoría de las cosas si tu alma y tu corazón tienen el motivo y la razón por la que seguir adelante. El resto de la historia ya es conocida.

Este año he visto las Lágrimas de San Lorenzo en el lugar donde debe ser: San Lorenzo (Sant Llorenç). Tumbado en el suelo en un campo en mitad de la nada he visto como pasaban ante mis ojos estrellas fugaces en distintas direcciones, con distinta intesidad y de distinta duración: libre albedrío cósmico.

En casos así uno no puede evitar abstraerse de su acérrimo ateísmo y, cuando ya está todo perdido, agarrarse a la idea del poder divino que tiene pedir un deseo al ver caer un simple trozo de roca que es desintegrado al entrar en contacto con la atmósfera terrestre. A cada una que cayó pedí uno. Todos improvisados, espontáneos, pero siempre con ese algo en la cabeza.

Estoy seguro que los desperdicié todos porque casi siempre pedí lo mismo, y a estas alturas tengo muy claro que poca cosa puede hacer ya por mí el Universo.

Creo que vi caer estrellas fugaces del cielo, aunque no sé si esas Lágrimas de San Lorenzo llegaron a ser reales o fueron simplemente mis propias lágrimas cayendo por la mejilla al recordar, como cada maldito día de mi vida, lo mucho que la echo de menos.

viernes, 2 de agosto de 2024

Capítulo 235: El final de la felicidad

Llevo tiempo intentando evitar escribir. Lo hago porque escribir supone enfrentarme directamente a mis pensamientos y son todos nubarrones negros. Overthinking, sobrepensar. Llevo un año en que he tenido mucho tiempo para hacerlo, todas mis actividades me dejan a solas con una mente que, huérfana de ocupaciones, piensa y piensa sobre una dolorosa realidad y la disecciona sin anestesia. 

Cuando soportaba estoicamente aquel cambio de paradigma con el que me di de bruces, pero donde insistían en que solo eran suposiciones mías, reflexionaba mucho. Nadar 45 minutos era topar con pensamientos nítidos y desbocados en un silencio aterrador que el agua magnificaba permitiendo que camparan a sus anchas sin poder evadirlos o ahogarlos en un mar de agotamiento físico y mental. Hacer ejercicio dos horas, sin nadie con quien poder banalizar sobre la vida, era volver al pozo de los recuerdos y al encaje de piezas que me resistía a creer. La lesión, las noches de dolor e imposibilidad de conciliar el sueño fueron como intentar huir de una maraña de punzantes zarzas en la oscuridad más absoluta.

Y luego, la dura realidad. Ocho meses de pensamientos estériles, encolerizados, llenos de desconsuelo e impotencia. Pensamientos constantes, repetitivos e interminables sobre algo que no tiene marcha atrás. Son ocho meses sin ver la luz al final del túnel, sin darme un respiro, sin una sola expectativa de esperanza o redención para poner fin a algo que me está destruyendo por dentro.

Si algo estoy aprendiendo, tarde y mal, es que estoy absolutamente solo. Nadie lo recuerda ni nadie lo padece, porque nadie quiere padecer más mal que el suyo propio. Como decía aquel genio, la vida sigue como siguen las cosas sin mucho sentido. En estos casos, como en la mayoría, no hay familia y no hay amigos. 

Soy un ser bastante reprimido e introspectivo y no me ha gustado nunca pedir ayuda, así que cuando lo he hecho he intentado que fuera de una forma sutil, sin avasallar o meter en un compromiso a la otra persona. Quizás, por ese motivo y porque realmente no tengo amigos, me he convertido en una bomba de relojería. No puedes obligar a nadie a que te pregunten cómo estás, no cuando el vínculo afectivo es apenas existente. En cierto modo también me lo he ganado a pulso porque cuando alguien ha ocupado el centro de mi vida ha sido todo para esa persona, sin excepciones. Es terrible no aprender, es peor saber que volvería a pasar.

El problema es que la perdida implica el final de la felicidad. Es curioso que las grandes reflexiones de la vida no las suelen provocar los gurús de la autoayuda, ni amigos sabios que hacen de tu causa la suya, ni siquiera un familiar que te quiere (o debería) quererte por quien eres y no por lo que eres. En este caso ha sido una simple y, mi entender, infravalorada serie, Rick y Morty.

Capítulo 10, temporada 7. Ciertas personas pensarán que simplemente son dibujos animados, desagradables y llenos de vulgaridad y argumentos inconexos, pero la falta de espíritu crítico hace que la mayoría de las personas se queden en la superficie y no vayan más allá de la apariencia . A veces es como una canción, como un libro, hasta que no vives una experiencia parecida no entiendes ni valoras lo que tienes frente de tus narices en su justa medida. 

El relaciones del pozo, un personaje random, me dejo descompuesto. Es un discurso simple, directo y racional, forjado de una realidad tan dura y axiomática que preferimos obviarla, como el peso de la gravedad sobre nuestras nalgas cuando nos sentamos o la inevitabilidad de la muerte. 

"-¿Y qué le da miedo, el amor?"

"-Eso nos da miedo a todos, tontolculo, ya lo verás con 20 años. Pero no es habitual que un ser tan poderoso se sienta aterrado por la felicidad."

"-¡Qué tonto!"

"-Tú eres tonto. Por eso no te da miedo a ser feliz. Cuanto más listo, más sabes. La felicidad es una trampa, porque no es para siempre. Pon que conoces al amor de tu vida. Bueno, va a terminar igual. Es inevitable, ya sea por una larga enfermedad o por un tropiezo sorpresa mientras haces senderismo. Ya sea por la corrosión de dos personalidades que se erosionan entre ellas hasta hacerse incompatibles, o por el clásico extraño en un bar que dice lo que quiere oír esa persona, esa noche. El caso es que la felicidad siempre termina." 

La felicidad siempre termina. La mía comenzó de un imposible. Durante mucho tiempo me agarré a ella bajo la filosofía budista de la taza rota (saber que para uno la taza ya está rota y por ello disfrutar plenamente del presente, aquí y ahora; y así, cuando ya no esté, tenerlo asumido), pero no siempre uno puede tener en mente lo excepcional del momento como para ser consciente de ello y vivirlo más, porque ser felices es un sentimiento que creemos que durará para siempre. Al final uno se acostumbra a ello, lo asume como algo cotidiano, perdurable. 

Yo finalmente creí que así sería, que mi taza no se iba a romper porque cuidábamos de ella. A veces la felicidad es un juego de mentiras, una droga que te abstrae de la realidad y te envilece. Te crees que no hay límites en tu ambición, que mereces una felicidad más y mejor, que puedes aspirar a algo superior, como los demás. Y eso le pasó. Por desgracia, a mí no, yo sí era feliz: sabía lo que quería y el valor de lo que tenía, más allá de lo físico y lo mundano.

Ahora no soy feliz, aunque a veces me preguntó por qué. Nunca he necesitado grandes cosas, no he envidiado de forma materialista a las personas, no he necesitado grandes lujos ni llamativas aventuras, lo único que he deseado con todo mi alma es sentirme pleno. Por un momento creía que lo había logrado. Mi todo que hacía que no deseara nada más, que me diera igual la felicidad del resto del mundo, pero la felicidad se acaba. Nunca sabré si fue realidad o pura mitificación de un pasado que siempre creemos que fue mejor.

Nadie está preparado para el final, para el día después. Unos reaccionan a los pocos días, otros a las pocas semanas, otros en unos cuantos meses, años, algunos nunca... 

"-Mi mayor miedo es renunciar a ti." 

"-Es un miedo bueno. Consérvalo." 


Sigo sin poder dormir la siesta, sigo sin poder dejar de pensar 20 veces al día, sigo siendo una sombra de lo que fui. Estoy viendo las Olimpiadas y lloro cada vez que alguien se alegra por conseguir una medalla, una victoria, la recompensa a un gran esfuerzo. Empatizo con sus victorias, las añoro, las deseo, las envidio. Lograr todo aquello que tanto tiempo has deseado, qué sensación más increíble debe ser. 

Debo dejarla marchar, debo aprender a ser feliz de otra manera, pero cómo renunciar a la mejor parte de mi vida. Estoy solo, ya nadie pregunta, ya nadie recuerda, igual es el momento de pensar que debo hacer lo que más me ayude por muy injusto y terrible que resulte, porque si no les importas para lo bueno, tampoco te recordarán por lo malo, y si lo hacen, qué más da, no van a estar de todas formas. 

Tengo que dar el paso, la vida es escapa y nadie te juzgará por haber intentado ser feliz, porque en la felicidad, como la suerte, cuando gana uno pierde otro y yo no quiero estar más veces en el lado trágico de este juego.


miércoles, 3 de julio de 2024

Capítulo 234: El Jedi de la Llengua

 

Gràcies Laia, gràcies a tú ja sóc un Jedi de la Llengua. Que la força ens acompany per defensar aquesta llengua tan bonica. 

Gràcies, Gran Mestre. El teu humil deixeble.
 

lunes, 24 de junio de 2024

Capítulo 233: Arde (burn her all)

 

No en vull saber res
Intento no creuar-te la mirada
No em crec històries inventades
De tu ja no em puc creure res.

Pd: “La vida es dolor”. De la película “Memoria letal”.

Time to move on.

martes, 11 de junio de 2024

Capítulo 221: Ojalá pase algo que ...

Siguiendo los consejos de una sabía amiga decidí, durante estos días, aparcar mi drama personal y centrarme en mí mismo y mis objetivos. Podría seguir echándole la culpa a la mala suerte, que no ha colaborado, pero va siendo hora de asumir la realidad de quién soy y lo mucho que me he mentido. 

Será un proceso largo y necesario. Quitarse la máscara y reconocer que nadie tiene más culpa que yo de lo que me está pasando y que toda mi vida ha sido engaño tras engaño para no querer aceptar la realidad de que hay un tiempo para cada cosa y que yo he pretendido burlarlo. Como dice el famoso meme: "the dildo of consequences rarely arrives lubed"

Me centré en estudiar (tarde y mal) y dejé el blog y su sempiterna presencia (sin conseguirlo del todo) aparcados en un segundo plano para sacarme el maldito título. Pero hoy, de nuevo, fracasé, y se me ha venido todo encima de nuevo.

No había fallado ni en un examen y justo la cago en el más importante; el que era la puerta para todos mis futuros planes. Un mal humor y una sensación de ser un chiste, una farsa de persona, me ha invadido y he acabado refugiándome en lo de siempre: lamentos y música. 

La víctima de hoy fue Patricia, una gaditana peculiar con la que tengo una gran amistad a pesar de los pesares (donde la culpabilidad del concepto "pesar" corre de mi parte, como siempre). Tengo que reconocer que tengo un don para conocer a personas que suelen estar en los extremos opuestos del amplio espectro de la naturaleza humana. O son excelentísimas personas a las que nadie podría ponerles un pero, con un bondad fuera de lo normal y un carácter que hace que el resto de la humanidad parezcamos ogros a su lado, o acabo dando con auténticas hijas de la gran purrusalda, con almas de hielo, capaces de engañar al mismísimo Diablo y con un don innato para usar a las personas y luego deshacerse de ellas como si fueran kleenex. Me imagino que el término medio nunca fue lo mío. 

Patricia, o la personificación de la venganza, aguantó el chaparrón, y no se cómo, poco a poco, acabé por llevarla de viaje por el mundo de mis canciones premonitorias. Era consciente de ello pero hoy le puse nombre a un hecho que ha marcado todos y cada uno de los fracasos amorosos de mi vida. No voy a dar datos ni las pondré en su orden correcto pero todas y cada una de estas canciones predijeron, con bastantes meses de antelación, como iban a acabar las cosas con esas chicas.

Pudieron ser muchas más pero he reducido la lista a tres, porque para ser justo, solo estas eran el mantra que repetía inconsciente antes del día del juicio final.  

"This is how you remind me" de Nickelback. 

- ¿Así es como recuerdas lo que realmente soy? Esta vez me he equivocado al entregarte un corazón que no tenía valor, estoy mal, estoy deprimido..."


"Idiota" de Nena Daconte

- Podría coger cualquier autobús con tal de un beso más pero tengo pesado el hogar y ya no puedo hacerlo igual. Puede que mañana me quiera ir y puede también que mañana sea la vida y que mañana, no exista mañana.
No soy una niñaNo soy ese duendeNo soy luchadoraNo soy tu caminoNo soy buena amanteNi soy buena esposaNo soy una florNi un trozo de panSolo soy esa cara de idiota


 

"Plan fatal" de Dani Fernandez

- Me da por ver que nada te sale mal, me pones tan difícil disimular, que no se de que hablar. Estoy tratando de esquivar cuando hablas de alguien más, pienso que ha sido un año de mierda, merecemos bailar. No se si funciona, si te vas a quedar...

Cuando necesites descansar de lo que buscas, tengo un plan que va a sonar fatal y no te importará, que nos falta emoción, eso es universal, que al final nos va a doler igual.

Veras que no me sobra sinceridad, da media vuelta solo para observar, tu piernas caminar. Estoy a punto de saltar, ¿crees que podré aguantar?.


El motivo exacto por el que me obsesioné con estas canciones entre las miles que se podían escuchar en aquellos momentos lo desconozco. Es posible que en mi cerebro, del 99% que me autosabotea y me hace tomar decisiones nefastas, se escape un 1% que lucha por lanzarme mensajes subliminales en forma de canciones y que pretende avisarme del peligro que corro para que actúe antes de que sea demasiado tarde. Pero yo, como siempre, hago oídos sordos y pienso"¿por qué no esta vez?, puede que sea la definitiva". 

La cuestión es que, además de otras canciones maravillosas que la pobre Patricia conoció a costa de sus horas de sueño y que rescataré en breve, siempre hay una canción que acaba sonando tras cada uno de lo fracasos sufridos, a modo de súplica lastimosa para escapar de las garras del peor de los males que se pueda sufrir: tener el corazón roto, pensar en exceso y no ser capaz de olvidar. 

A modo de cierre y para intentar ahogar la realidad que me atormenta, una joya a la que habrán rezado millones de devotos del mal de amores a lo largo de los años. Una obra de arte que gente que se cree que el mundo les pertenece no escucharían jamás, que no sabrían valorar en su justa medida y que, por supuesto, no entenderían ni que intentaran amar veinte vidas seguidas. Otra vez pido, quizás ahora con más fuerza y necesidad que nunca, que ojalá pase algo que te borre de pronto... 


"Ojalá" de Silvio Rodriguez

- Ojalá se te acabe la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta, ojalá pase algo que te borre de pronto, una luz cegadora, un disparo de nieve, ojalá por lo menos que me lleve la muerte, para no verte tanto, para no verte siempre, en todos los segundos, en todas las visiones, ojalá que no pueda... tocarte ni en canciones.
 
 
(Decido a Patricia por su paciencia y comprensión y a todas aquellas personas a las que llegué a amar y no tuvieron suficiente con lo que les daba, a pesar de ser todo lo que tenía. Me gustaría ser como Lluís Llach, tan generoso y justo. Que tinguis sort, i que trobis el que t'ha mancat, en mí).
 

 


 


lunes, 10 de junio de 2024

Capítulo 220: El hundimiento

Estoy sentado frente a mi universidad asimilando otro fracaso más. Quien me diga que la suerte no puede cambiar la vida de una persona es que no sabe lo que es tener mala suerte crónica.

Voy a suspender el C2 de catalán, merecida o inmerecidamente, eso ya da igual. A veces tengo la sensación de estar jugando la vida en modo hardcore o pesadilla. Primer examen, cara o cruz, sale cruz. Segundo examen, cara o cruz, sale cruz. Oral, 3 temas preparados de 4, sale cuarto y se jode todo. Suspenso. 

Otra vez un futuro incierto y todos los planes por los suelos. No puedo con más decepciones. No puedo más.

domingo, 26 de mayo de 2024

Capítulo 219: Simplemente un día más

No, el tiempo no lo cura todo. Hoy sigue siendo un día especial aunque cada vez lo sea para menos gente; la suficiente. 

Que nadie me diga que el tiempo lo cura todo, no cuando la perdida es incalculable e insustituible. El tiempo, cuando el amor ha sido puro y el vínculo se ha forjado con vivencias irrepetibles, no pasa, se detiene enredado entre recuerdos y añoranzas. Quien dice que el tiempo lo cura todo es que nunca ha perdido una parte importante de su vida.

Hoy hubiera hecho 76 años, seguramente malcriando a su nieta, que la llamaría mi yaya favorita, abrazándome en el sofá y consolándome como solo una madre lo sabe hacer, diciéndome que esta vez sí, que el tiempo nos dará la razón, ¿quién mejor que su hijo?, y sintiéndose enormemente orgullosa de la mujer en la que se ha convertido su propia hija, siendo tan buena madre como lo fue ella con nosotros.

El tiempo me ha enseñado que cuando el epicentro de tu vida desaparece uno acaba deambulando sin rumbo en la nada, sin esperanza, sin objetivos. ¿Lo que más echo de menos? El cariño, el sentirme importante para alguien, la ilusión, las ganas.

No se olvidan a personas así, nunca, ni en dos vidas. Lo único que se puede hacer es seguir viviendo con la mitad, sobrevivir sabiendo que lo mejor ya pasó. No volveré a ser tan feliz, no volveré a sentirme tan pleno, solo me queda pensar que una parte ya no volverá pero que ya no sufre, y la otra me hará sufrir  porque no puede volver lo que nunca estuvo.

El tiempo pasará pero no curará nada, y es lo que deseo, que aunque me duela jamás olvidar ni un solo minuto, ni un solo recuerdo, porque es lo que menos te mereces, olvidarte. Estoy dispuesto a pagar el precio.

viernes, 17 de mayo de 2024

Capítulo 218: Victus Barcelona 2024

Creo que os aburro. Me he sentado a escribir por la necesidad de siempre: no estar en silencio y no escuchar a mi cabeza cuando simplemente me dejo llevar. Es una ocupación obligada. Debo buscar más. Tengo planes a meses vista, pero en mi mundo el tiempo pasa muy muy despacio. Me acuesto a la hora que me iba siempre pero ahora me despierto a la hora que te sueles despertar tú. Dormir 5 horas es un lujo para mí, ya no existe la siesta nunca más. 

Soy un pájaro agorero, negro como un cuervo en mitad de la noche que grazna y trae malas noticias. Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. Operaron a Merche y no ha ido como todos hubiéramos querido. 24 horas vitales, una espera para confirmar algo que casi se da, por desgracia, por seguro, y a rezar por que no queden secuelas y sí soluciones.

Hay luchas que son desiguales. A veces nos sentamos en la mesa y jugamos con las cartas marcadas; es imposible poder ganar porque todo, circunstancias, destino y poder están en manos del contrario. Cuando no se lucha en igualdad de condiciones no es una pelea digna, es una masacre, una farsa. Que las cosas no dependan de ti, que te toque ser valiente y poner toda la carne en el asador cuando ya es demasiado tarde, porque la suerte está echada y la otra parte ya tiene todas las bazas a su disposición y ya ha movido pieza, es como aletear freneticamente cuando caes al vacío. 

Hoy me intentaron explicar que en estos casos hay que saber asumir la derrota, hay que dejar de luchar vacuamente, como quien intenta parar las olas del mar con las manos, y pasar página. ¿Cómo se puede asumir una derrota cuando lo que pierdes es la vida?. Mi madre, tantas personas que he conocido que hicieron lo imposible por no rendirse. Claudicar no era una opción. Pero cuando sale cruz, sale cruz: ni las ganas, ni el deseo, ni hacerlo por gente a quien no puedes abandonar consigue cambiar las cosas. 

Por eso es tan importante saber cuándo hay que luchar y por qué luchar. Siempre existe un punto en el que estamos a tiempo de hacer algo. Que no os quiten nunca ese derecho y que no os engañen porque, para cuando finalmente descubres el juego de tu oponente, ya no hay nada que hacer o el juego se ha acabado.

Dios quiera, y apelo a Dios porque cuando no quedan respuestas la mística es lo que nos queda como gran último recurso, que Merche salga de esta y salga como merece salir. Espero que el pesimismo que me invade hace tiempo ( yo siempre he dicho que no soy pesimista, solo que tengo un don para ver claro cuando las cosas pueden ser y cuando no) esta vez solo sea un fallo de cálculo. Confío en los doctores, confío en la providencia, en que la voluntad puede mover montañas, aunque sea solo en estos casos. Con Gloria salió cara, a esa victoria me agarro como si fuera un niño de teta. 

Yo he perdido. Pocas veces se habla del desconsuelo del derrotado, de dónde va, de cómo asume la perdida y sus consecuencias, de su duelo, de su futuro inmediato, de las heridas tanto físicas y morales que atormentarán sus pensamientos durante tanto tiempo. Estoy leyendo "Victus: Barcelona 1714" y hablan un poco de todo esto, del trauma de tener que convivir el resto de tu vida con la derrota. Simplemente uno se queda con la terrible sensación de no haber podido hacer más y se maldice por ello eternamente.  

La clave es que el vencedor nunca tiene remordimientos y la indolencia hacia el perdedor acrecienta esa sensación de pesar. El olvido es la mayor humillación del derrotado.

Siempre he creído en las películas, en las historias de los demás, en la gente que ha tenido una segunda oportunidad y la han aprovechado. ¿Por qué a mí nunca se me ha concedido?. Esta vez, esta sí, realmente la quería.

 

jueves, 16 de mayo de 2024

Capítulo 217: Buena suerte, ángel

Hoy, en lugar de revolcarme en mi propio sufrimiento y escribir sobre cosas que me gustarían que fueran pero que nunca serán, voy a bajar al barro para acercarme a la verdadera dura realidad.

Se llama Merche y, aunque no la conozco mucho, si lo suficiente para decir que hay personas en la vida que no se merecen su destino. Posiblemente ella es la que menos se merece lo que le está pasando. Merche es una gran amiga de mi hermana, y por lo que sé, es de esas personas incondicionales que siempre están a tu lado, pase lo que pase, vivan lo que vivan. Es una persona discreta, de apariencia humilde, de esas que pueden pasar por la vida sin que nadie se fije en ellas, pero de una bondad y con un corazón que destaca sobre todos nosotros. 

Como ya digo no la conozco mucho, pero sí mi hermana, y por lo que me ha contado me basta y me sobra para poder poner la mano en el fuego por ella. Siempre la ha cuidado mucho, siempre ha estado a su lado, en lo bueno y sobretodo en lo malo. Ella y David, una pareja no pareja de lo más peculiar, son como sus ángeles protectores, dos fieles amigos que la han visto crecer y que han hecho de Bea también su proyecto vital. 

Incluso, sabiendo que mi sobrina no podía tener animales en casa, hizo de Puka, su perro, el perro de la pequeña pelirroja. Siempre tan generosa. No sé mucho de su vida pero sí se que no se merece lo que le ha deparado el azar. 

Mi mala suerte es congénita, como si tuviera un imán para las malas elecciones y para que salga cruz en las monedas al aire, pero la suya va más allá de lo racional. Por privacidad no voy entrar en muchos detalles, pero no le ha salido nada bien en la vida: ha tenido que llevar a los hombros los problemas de una familia con mala salud y mala estrella, hasta el punto de tener que abandonar su propio camino para mantener recto el de los demás. Murió su perro hace unas semanas y creo que tampoco ha tenido suerte en el amor y ahora tampoco con la salud. Pienso que lo único bueno que le ha dado la vida ha sido la amistad de mi hermana y una fortaleza y un altruismo inquebrantable ante los embates de su día a día. 

Mañana le operan de un tumor en la cabeza, maligno. Una operación en vivo, despierta, muy complicada y con unas expectativas de éxito no muy altas. Y en lo único que piensa es en qué pasara con su familia si no sale de está o si no sale del todo bien, en quién los mantendrá y cuidará. Hay que ser muy generosa para pensar algo así en su situación. 

No sé que estará pasando por su cabeza ahora, en estas horas previas a la operación. Quiero pensar que sentirá miedo, ansiedad o pena por si cuando todo acabe ya no es la misma que era. Me recuerda a ese ser tan querido, afrontando una batalla muy difícil y de final incierto, y sus ganas de estar desconectada del mundo, durmiendo o con morfina hasta los orejas, para no pensar tanto y evadir su realidad.

Yo sigo con la agonía de estos días atrás, quizás más fuerte e intensa al haber oído lo que ya sabía pero no he podido/querido aceptar, y en cierto modo me siento culpable de estar sufriendo esta horrible ansiedad cuando mi problema es tan ridículo al lado de su guerra. 

Solo quiero desearle mucha suerte. Si algo he descubierto en esta vida es que soy como un generador o potenciador de fortuna para las personas que he tenido a mi lado. La gente a la que he "tocado", de repente, han sufrido una oleada de cosas buenas y de disparos entre un millón que asombrarían a conocidos y extraños. Espero, de corazón, que esa suerte que me es tan esquiva y que transmito de forma tan intensa esté mañana con ella. No pude hacer nada por mi madre, espero que sí por ella, aunque sea en la distancia y desde el pensamiento. 

Mañana, cuando estés tumbada en la camilla y todo empiece, canta, no dejes de cantar, piensa en los tuyos, en los que te quieren y en los que te apoyan, en que la vida, a pesar de ser tan cruel y que no exista la justicia divina, siempre pude pasar lo inesperado y cambiar todo de repente. A mí es lo único que me mantiene cuerdo, la esperanza, que mañana despierte y vea que nosotros lo valemos.  

Merche, ánimo, estoy contigo y te tengo en la cabeza. Piensa que, pase lo que pase, los incondicionales estarán siempre a tu lado porque es lo que hacen los amigos de verdad. Mucha suerte. Te la mereces, ya va tocando. 

 

 


martes, 14 de mayo de 2024

Capítulo 216: A tumba abierta


Estoy perdiendo la cordura en un descenso absurdo a los infiernos de la nada. Todo un largo camino de interiorización exhaustiva y férrea sacrificado por un imposible de precio demasiado elevado. La flaqueza del bolchevique hecha carne.

Tenía que estallar: tanto autocontrol, tanta espera, tanto apostar todo a un número en una ruleta amañada; era inevitable. Se acabó el juego, señores.

Hoy ha sido el día de enfrentarse a la única realidad existente, la del sentido común y la de la dura pared. Me lancé a tumba abierta y me hice escuchar. Nada nuevo bajo el sol, nadie quiso edulcorar algo amargo como un último trago de orgullo.

Realidades como losas han construido el mausoleo que encerrará, para siempre, todo resquicio de fe y esperanza. Hoy cada voz ha cantado la misma canción triste de trompeta con las mismas notas, con los mismos acordes, a modo de blues, como un requiem a coro y capela, sin artificios que camuflaran su verdadera esencia. He oído lo mismo repetido, lo que ya sabía, de formas distintas y en medios distintos. Nadie ha desafinado, nadie ha visto lo que yo esperaba ver. Ce fini.

Ahora, ayer, hace mucho. Tenía un ebook y no escuché como pasaba la página. Ni en playas tranquilas a media tarde, donde solo se escuchaba el viento mientra leía en silencio, pude deducir que el libro en realidad tenía un final desgarrador. Curiosamente fue el mismo momento en que descubrí qué era lo que quería para el resto de mi vida: el silencio en comunión, tú y nadie más en el universo. Pero ni con tanto silencio me di cuenta a lo que sonaba aquella historia, una historia que, aunque tocaba con mis manos, ya no era mía.

Me han dicho que siga adelante, que no intente entender como he llegado a este punto. Todas la decisiones de estos últimos años me han marcado. Me han cuestionado que supiera cuál era mi realidad, lo que me traía entre manos. Ni siquiera lo sé ahora, ya dudo de cosas que en su momento no admitían ni la más mínima discursión. ¿He sabido querer?, ¿me han querido?,¿he sabido encontrar mi lugar y mi camino?. Pensaba que era listo, que no iba a cometer errores de juventud, pero mi incondicionalidad me la ha vuelto a jugar. 

Estoy cansado de que digan que tengo tiempo para rehacer la vida, que olvide tanto fracaso y sufrimiento. Pero nadie cura el dolor de saber que la edad ha sido la culpa. ¿Pero qué coño?. La edad ha sido el temor para ellos, no para mí. Nadie es una edad, es un estado de ánimo, un cuerpo cuidado, un corazón sano para superar pruebas de resistencia, agilidad y fuerza. Un corazón más que sobrado para querer y quererlo todo más allá de cualquier entendimiento. La edad estaba en otras cabezas y demostré que no todos eramos iguales , que no había ningún impedimento: la clave es y siempre serán las ganas. Sin una fecha en el dni nadie hubiera dudado jamás de la elección, pero pesaba más pensar en un futuro incierto basado en suposiciones y temores por el qué dirán que una realidad factible y demostrable. Mi padre: “eres demasiado viejo para ese trabajo”, la gente: “eres demasiado viejo para las cosas que te gustan”, las personas que no saben querer: “eres demasiado viejo ser eterno”. 

Como ya cometé alguna vez recuerdo a aquel actor que una vez dijo: “enamorarse de algo, una profesión o de un persona es muy difícil, porque no vas a encontrar algo así muchas veces en la vida”. A mí me han hecho creer que eso es una tontería. Nadie creyó que pudiera ser tan buen padre como guardián, nadie supo valorar lo extraordinario que fue que todo hubiera aparecido justo en aquel momento y de aquella manera. Lo inaudito fue visto simplemente como un hecho cotidiano más.

Me enfrenté a mi padre, me enfrenté a dos personas que me conocen bien y a una desconocida que solo supo darme ánimos maternales. Se lo agradezco a las tres. Nadie consiguió quitarme el dolor, solo hacerme ver que el pasado no va a volver, que preguntarme por qué no iba a aliviar mi carga. Pero necesito verlo con mis propios ojos, ahora si necesito que cada palo aguante su vela, aunque sea pegarme un tiro en el pie, porque la angustia y el dolor que siento ahora no se van a ir ni mañana ni pasado, ni el otro, ni el otro, y ya he alcanzado mi umbral de sufrimiento máximo como para que me venga ya de aquí.

Mi dolor está causando dolor a mis seres queridos y estoy en un bucle tan profundo y perverso que hará que todo acabe mal. Pero por Dios que no puedo evitarlo. El cómo se ha ido todo a la mierda ha sido tan cruel e injusto que es superior a mis fuerzas. Tengo que pedir que se enseñen las cartas y desenmascarar al tahur, tengo que arriesgarme aunque eso no sirva para nada y solo solo una respuesta flemática y dolorosa (es imposible que me equivocara tanto, ¿no?).

Sigo deseando lo mismo de siempre, por increíble que parezca. Empiezo escribiendo una cosa y acabo con lo contrario. Dicen que soy muy negativo pero no puedo controlar lo que mi mente, alma y corazón desea. Al final siempre sobrevive dentro de mí una pequeña esperanza y un optimismo artificial que me nubla y enajena, pero que me da fuerzas para aguantar un día más esperando el milagro.

Voy a tumba abierta porque, aunque tengo mucho que perder, algo dentro de mí cree que con todo lo que he dado, todo lo que me he esforzado y todo lo que soy y todavía puedo dar, puede haber otro final. Es imposible que haya alguien que pueda hacerlo mejor de lo que yo soy capaz, o en su lugar, que es imposible que haya alguien que renuncie de forma cabal a algo, como dice Kpru, tan incondicional. Me lo merezco joder, por una vez en la vida me merezco tener lo que deseo y poder ser completamente feliz. ¿Cuántas veces necesitas que luche por ti... destino?.

 

Pd: En la frase del día de ayer. Quiero creer en las casualidades. Y tú no digas nada, acéptalo, joder. 

(Editado: releyendo una y otra vez toda esta basura estéril he descubierto la realidad final: es demasiado tarde, siempre ha sido demasiado tarde. Es imposible que cambie nada ya porque en este tiempo atrás no solo se dejó morir la planta de siempre por falta de riego y cuidados, sino que a su vez la jardinera apostó todo por la nueva semilla que crecía a costa de las hojas muertas de la otra, de su agua y de su atención. Se aburrió de una mientras se encandilaba de los nuevos tallos de la otra, verdes y vírgenes para ella. Nunca volverá a renacer aquella planta porque ya solo hay ojos y deseos para lo único que existe en su jardín: su nueva ilusión. Que forma más cruel de morir todo. Tenían razón los rizos: está todo perdido, para siempre.