Ha empezado un noviembre diferente para mí. No he esperado a Año Nuevo para tomar la decisión de ponerme a prueba. A raíz de todo el cúmulo de desdichados sucesos acaecidos en estos últimos tiempos, he creído necesario empezar ya con mi epopeya.
Hace un año y medio quise demostrarme a mí mismo que era capaz de hacer ciertos sacrificios y seguir a rajatabla algún propósito que mejorara mi vida de forma sustancial. En ese momento fue dejar el azúcar, con todo lo que eso implicaba para una persona como yo, y lo conseguí. Ahora tengo la necesidad de afrontar un reto mayor, algo que ponga a prueba mis límites como individuo.
A pesar de que estas últimas semanas han sido muy duras a nivel emocional, me he planteado una serie de normas, códigos y deberes a seguir, con el objetivo de autoimponerme una disciplina y una cultura del esfuerzo que me convierta en una persona más resiliente y abnegada. Pretendo cambiar el nivel de dificultad de mi vida a uno mayor, para ver si así logro convertirme en una persona lo suficientemente dura como para poder sobrellevar, de forma estoica, un presente que puede conmigo por momentos.
He decidido rediseñar mi escala de prioridades, relegando lo superfluo y placeres inmediatos a posiciones más irrelevantes, y tocar fondo definitivamente, marcando mi punto de partida desde el punto más bajo.
Todo esto implica que se acabó procrastinar, uno de mis mayores defectos. También será el mes del NNN, y a buen entendedor ...
Quiero reunir el valor suficiente para dejar de poner paños calientes a una herida que no deja de sangrar. Afrontar la realidad de cara, luchar contra el miedo y el dolor de algo que no puedo perder porque ya lo perdí hace tiempo.
Reconocer, asumir y olvidar todo aquello que no es mi camino.
Me he comprometido a llevar a cabo un reto mayúsculo en mi formación personal, que va a suponer cinco meses de durísimo esfuerzo, falta de horas de sueño y mucho trabajo. Seguiré aprendiendo que luchar y darlo todo por algo no implica obtener una recompensa final, ya que este reto es incierto, y si fracaso, lo volveré a intentar.
Quiero recuperar ciertos lazos de sangre, sin pensar en un pasado deudor.
Apenas llevo cinco días de mes y ya han pasado mil cosas que han puesto a prueba la integridad de mi proyecto, pero sigo sin flaquear. No va a ser fácil porque he renunciado a la mitad de las cosas que me evadían y me hacían feliz, y esto apenas ha comenzado, pero pienso ser firme.
Estoy concienciado y preparado, y muy dispuesto a autoconocerme y a comprobar de qué pasta estoy hecho. Soy tan cabezón que, aunque resulte absurdo a ojos ajenos, llevaré todo esto hasta las últimas consecuencias. Para ello tengo una ventaja: llevo tanto tiempo obligado a renunciar a todo lo que más quería y tengo tan poca fe en las personas, que nada ni nadie me puede ya decepcionar.
Como decía aquel, teme al hombre que no tiene nada, porque no tiene nada que perder.