martes, 31 de diciembre de 2024

Capítulo 242: Revelaciones (29d a 29d)

Este año he aprendido que, tristemente, los muertos ya no están, ya no existen. Solo son un puñado de cenizas debajo un árbol o dentro de una bolsa en un pequeño baúl. Son recuerdos imborrables, pero el verdadero esfuerzo debe ser para los vivos. Lo siento, mama.

He aprendido que familia no siempre es lo más importante. A veces se olvidan de que existes, otras son capaces de hacer lo impensable por echarte de sus vidas. Es una lección dura de aprender, pero hay que asimilarla. Ya han pasado 10 años donde la noche que solía ser la más feliz de nuestras vidas la paso solo o lejos de los que son verdaderamente míos. 

He aprendido una sabia lección que Robin Williams dejó plasmada en una frase: “Pensé que la peor cosa en la vida es estar solo. No lo es. La peor cosa en la vida es estar con gente que te hace sentir solo”.

He sido consciente de que el segundo peor año de mi vida tiene mucho en común el peor año de mi vida: perder algo a alguien realmente importante en tu vida. Echo de menos a esas personas, pero creo que he descubierto que lo más echo de menos es la sensación de sentirme querido, importante. Todos necesitamos cariño. Yo lo necesito para ser feliz, para poder con todo lo demás.

He descubierto que los sueños no se cumplen, que solo son maldiciones que te recuerdan aquello que deseas y no lograste alcanzar. Son anhelos incumplidos, es la película que tu mente te hace ver, noche tras noche, para recordarte lo que no tienes en la realidad. He tenido muchos sueños así, por eso que sé lo que quiero, pero ¡joder! duele mucho asumir que nunca llegará. 

He aprendido a que en la vida hay que apostar por aquello donde la suerte intervenga lo menos posible. Debo centrarme en cosas que dependan solo de mí y de mi capacidad como persona, no del destino. La suerte me esquiva, debo aprender a vivir sin ella, a luchar el doble, a ganármelo a pulso y sin ayudas.

Me he dado cuenta de que ha pasado un año, pero en mí no ha pasado ni un día. El olvido se ha olvidado de mí y vivir así una tortura. Debo pasar página, como sea, porque es urgente vivir, como decían nuestras camisetas. Ella tomó nota, yo no.

He aprendido que las expresiones “para siempre”, “no quiero que nunca te vayas”, “solo quiero estar contigo”, “nunca me olvidaré de ti” son expresiones vacuas, no tienen valor. Debía haber aprendido hace tiempo que nada es para siempre y que las personas ya no tienen honor. Una promesa se puede incumplir, una mentira no tiene coste, joder la vida de la gente sale gratis. Otro año más que mi inocencia me la juega. 

He aprendido a vivir sin lo que más me gusta, he aprendido a tener resiliencia, a intentar contener mis frustraciones y convivir con la impotencia y el desasosiego. Me he puesto retos para ponerme a prueba, como dejar el azúcar de forma radical y así endurecer mi camino. Quiero una catarsis por la vía del sufrimiento. Debo perderlo todo para hacerme fuerte, para no volver a sentirme expuesto y frágil. Quien pasa con lo mínimo cae desde menos arriba.

He descubierto que lo que tantos años me hizo feliz ahora ya no me hace sentir igual. Todo lo que tocó se ha marchitado y está corrompido. No solo he perdido la brújula, he perdido los lugares y el camino. No he vuelto a poner un pie en su letra “E”. Debo renovarme o morir, pero no ha sido justo, se jugó siempre en mi campo.

He aprendido que no se puede recuperar lo que no fue nunca tuyo.

He descubierto que puedo lograr lo que me proponga por mí mismo. Aprobé el curso que decidí hacer, he entrado en la nueva etapa que me marqué como meta. También he descubierto que ganar sin tener con quién realmente celebrarlo es peor que perder con alguien que siente y te abraza en tus derrotas.

He vuelto a recordar que la gente está de paso. He conocido este año a más personas de las que conocí en los 7 anteriores y se fueron como llegaron. No me molesta y no me importa porque esta lección ya la tenía aprendida, porque me daba igual y ya que sabía que pasaría. Me apena que la vida sea esto, gente que pasa como pasa el paisaje por la ventanilla de un tren o como las hojas por la calle en un día de viento. Igual soy yo, pero ya no lo sé.

He aprendido que la pena se debe llevar por dentro, porque la gente no quiere saber cómo estás y nadie recordará tu dolor a la mañana siguiente. Nacemos solos, vivimos solos, morimos solos. Prefiero dar rabia que dar pena.  

No he aprendido a olvidar, ni a desmitificar, ni a pasar página. Sigo esperando a que pase algo y es el peor error de este año y, me temo, que del siguiente. Ojala pase algo que te borre de pronto.

He reaprendido a no sentirme mal si algo no me sale bien.

He aprendido a saber que no soy capaz de recordar la fecha de un aniversario, pero sí la fecha de una pérdida. Imagino que la felicidad se vive de una forma inconsciente y gozosa, pero la pena se recuerda a sangre y lágrimas. 

He sido consciente de que si quieres que algo se haga, hazlo tú, y si quieres que algo se arregle, cede tú. Imagino que soy el eslabón más débil, veremos que pasa cuando se cambien las tornas.

He vuelto a conocerme en lo personal. Soy capaz de levantar las manos y rendirme, y de marcharme en silencio, sin batallar y sin quemar Roma, sin que la derrota salga más cara para quien venció que para el vencido. Puedo ser la persona más cruel, insensible y destructiva del planeta, pero un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Sé hacer muchísimo daño, pero soy demasiado sensato como para permitírmelo. 

Estoy aprendiendo a gastar mi dinero en el hoy, no en el mañana. No voy a permitir no disfrutar de los caprichos que me merezco.

Me estoy reconciliando con la música.

He leído muchísimo este año, no sabes lo orgullosa que estarías de mí.

No he aprendido a vivir sin ti.

 

Feliz 2025.


(Dos fechas, dos vidas.)