lunes, 19 de marzo de 2012

Capítulo 95: The Bicing Dead

"Oye Premoh, ¿salimos en becicletah mañanah?. ¡Ummm!, por mí vale". Sí la vida hubiese sido un videojuego, en ese instante hubiera aparecido un You are dead con letras sangrientas ocupando toda la pantalla. Ha sido terrible. Primero he muerto, y después, he vuelto a morir. Incluso ha habido un instante donde se me ha aparecido la Muerte, enfundada en su túnica negra, y me ha dicho "NO, TODAVÍA NO ES TU MOMENTO, PERO SI NO TE IMPORTA, ME VOY A SUBIR A TU CHEPA Y TE VOY A ACOMPAÑAR UN RATO, QUE LA COSA HOY ESTÁ MUY TRANQUILA Y ME VENDRÁ BIEN UN POCO AIRE FRESCO".

Mira que se lo dejé bien claro: "Hoy, por ser el primer día, vamos a hacer algo tranquilo, que tengo menos fondo que una lata de sardinas y solo quiero probarme y empezar a coger tono". "Sí sí, sin problemas, no tenemos prisa" me dijo el gachón. ¡Qué pedazo de mamón!.

Me dejó un bici que no estaba mal, bastante más ligera que la mía y con frenos de verdad (mis frenos son del modelo intermitente, ahora frena, ahora quizás no). El único inconveniente era el sistema de calapies automático (es el que usa un calzado especial que hace contacto con el pedal y te sujeta el pie de forma fija, un mundo nuevo para mí). Estaba un poco reticente pero oye, a caballo regalado no le mires el calado. Casco, mallas, chaleco, guantes. Para verme, un profesional en toda regla.

Qué lastima que, incluso antes de salir de la ciudad, ya fuera más fundido que un frigodedo guardado en el bolsillo. Campo, montaña, ahí es donde ha empezado la pesadilla.

"Ahora primo, subiremos por la Emisora, llegaremos a la plaza de la Mireia, subiremos por una pista de tierra, haremos una trialera, una pequeña subida más, tiraremos por un tramo de árboles, luego subiremos a ....". Yo solo sé que oía demasiadas veces la palabra "subir" en una explicación tan breve y he empezado a dudar de que hubiera entendido el significado de mi "algo suave, por favor".

Han llegado las cuestas y la carretera empinada. Velocidad en posición molinillo, o como yo le llamo, en posición marcha tonta y venga, a verlas venir. Y aquí ha empezado mi transformación progresiva a zombi de The Walking Dead. El camino no paraba de aumentar el desnivel y yo cada vez veía más lejos el final de aquel infierno. Él insistía: "No pares, no tenemos prisa, sigue, que tres amigos se subieron esto con la chorra fuera", y yo seguía pedaleando como podía. "Va, llegamos a aquel palo y paras"."No espera, llegamos a ese poste rojo de la luz y paras". "Va, que vas bien, llegamos a la señal de prohibido aparcar y paramos ¿vale?. ¿Lo ves?, venga, seguimos, que vas genial. Ahora llegamos a...". Ahora llegamos a nada, ¡me cago en la cultura de la superación de límites, me cago en la psicología inversa, y me cago en filosofía oriental sobre la Motivación y el Sufrimiento del Gran Maestro Rama-La Ding Dong Ding-Ding-Dong!.

Me he bajado (o derramado) sobre la cuneta en busca de un poco de aire que me resucitara. Luego dicen que en el montaña lo hay a espuertas, y una M como una catedral de grande. Los pulmones me salían por la boca, era como ver dos pelotas de Nivea pinchadas, una pena. Finalmente hemos subido el último tramo andando, con la esperanza de recuperar algo de la dignidad perdida, pero nada, me la había dejado tirada a los 40 metros de empezar a subir.

Hemos pedaleado otro trozo más y por fin hemos llegado a la cima. Allí ya me arrastraba más que otra cosa, mientras me decía el figura: "Ey, se te ve mejor, hasta tienes color en la cara, eso quiere decir que vas bien". ¿Color? Claro que tenía color en la cara. En esa última subida había pasado por toda una gama de tonalidades no compatibles con la vida, algo que me hacía parecer más una lámpara psicodélica de los 60 que un ser humano.

Y cuando pensaba que nada podía ser peor, que llegaban las bajadas, he oído como mi huesudo pasajero se frotaba las manos mientras se reía de fondo. Siempre he tenido un espíritu kamikaze y he disfrutado tirándome montaña abajo a tumba abierta. Era el momento de demostrarme que seguía siendo un crack. Y precisamente eso, crack, ha sido lo que ha descrito el final mis primeros 20 metros trialera. He partido con mi hombro un pequeño árbol seco de un golpetazo. Aún así le agradezco su intervención divina porque ha sido lo único que ha separado mi integridad personal de caer por un barranco poco prometedor.

Haciendo esas locuras he descubierto que una trialera con desnivel al lado derecho no es el mejor lugar de aprender a descalar un pedal automático cuando eres de la vieja escuela. En mi  bicicleta sacaba el pie tirándolo para atrás, en los nuevos, es hacia el lado. Cuando 1 segundo es el tiempo que tienes para saltar de una bici con espíritu suicida, una cabeza poco instintiva no suele ser tu mejor aliado.

Ha sido un festival del desequilibrio. La naturaleza se ha dedicado a escribir en mis piernas, con arañazos y golpes, el próximo best seller de acción en lenguaje braille. He acabado como si hubiera luchado contra una banda de gatos callejeros por la última lata de atún del planeta.

Y al acabar el último tramo, vivito y coleando, justo al llegar a la zona llana, la emoción ha hecho que olvidara que mis pies seguían atados a esos pedales del diablo, y he caído, a peso, contra el suelo. Hostión del siglo. Si duele un golpe así en piernas y manos, ni contaros lo que llega a doler en el amor propio. Mi primo, al ver que estaba bien aunque rebozado en tierra y hojarasca, ha hecho lo que haría cualquier persona de su edad (aprovecho este momento para dar las gracias al cabrón que pensó que era buena idea incluir cámara de fotos de gran resolución en los móviles de última generación).

A la 1.30 pm hemos vuelto por fin. He dejado la bicicleta en su parking, me he cambiado y le he dado las gracias por una mañana tan completa con una amplia sonrisa en la cara. Seguidamente, me he dado la vuelta y me he diriguido camino a casa como lo haría un zombi con los cordones de los zapatos atados entre sí. Hoy he descubierto que puedo llegar a alcanzar velocidades negativas cuando estoy condiciones tan lamentables.

Un par de conclusiones para cerrar la aventura. La primera, "va a ser en plan tranqui" dicho por un estudiante de INEF y varios años más joven que tú, es una trampa, ¡huid insensatos!.
Segunda, recomiendo a los fabricantes de bicis y ropa deportiva incluir en las etiquetas de sus productos una advertencia como hacen los fabricantes de cajetillas de tabaco: "Hacer deporte perjudica seriamente la salud". Y si no tienen foto penosa para acompañar el mensaje, tranquilos, sé de alguien que podrá enviarle unas cuantas.


Frase del día: "Cuando se apaga una luz, se enciende una nueva en otro lugar" (Reflexiones callejeras de la Odisea de Al)
-Justo a pundo de volver a casa vi un cachorro con pinta de leoncillo que me recordó a Lara. Alegre y juguetón se ha apoyado en mi tejano con su patas delanteras y ha seguido alocado en el que sería unos de los primeros paseos de su vida. La vida sigue su curso.  

1 comentario:

  1. xD Pobre.
    Y sí, es una trampa. Siempre. Aunque lo de que hayas roto un árbol tú sólo a mí me parece que tiene su mérito.
    ¡Saluditos!

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